Por Boaventura de Sousa Santos*
Los movimientos translócales de ideas, filosofías, visiones de mundo, doctrinas
sobre la vida, la política y la sociedad son tan antiguos como la difusión del
uso de metales, el comercio, la escritura y las primeras civilizaciones urbanas
de la Edad de Bronce hace 3000 o 4000 AC.
Ciertamente se originó en Mesopotamia y lo que hemos llegado a llamar el antiguo Oriente Medio, estos intercambios se extendieron por esta vasta área de Eurasia, que más tarde comenzamos a dividir entre Occidente (Europa) y Oriente (especialmente China y la India). Hoy sabemos que Mesopotamia fue el lugar de nacimiento de la cultura griega y que estaba presente en el norte de la India en los primeros siglos de la Era Común, mucho antes de que se convirtiera en un patrimonio europeo, que, por cierto, sólo fue posible gracias a la magnífica traducción de los textos griegos emprendida en Baghdad por los árabes de la dinastía Abássida a partir de mediados del siglo VIII, una época que se conoció como la Edad de Oro del Islam.
A lo largo de los siglos, estos movimientos de ideas siempre han tenido un
origen local (a veces en varios lugares simultáneamente) y desde allí se han
extendido y se han convertido en movimientos globales. Los intercambios, las
influencias cruzadas y las adaptaciones locales siempre han sido una constante
del movimiento de ideas. El protagonismo de Europa en
estos movimientos es muy tardío. Sólo comienza en el siglo XVI y, para muchos,
sólo en los siglos XVIII y XIX. Para limitarme a los últimos cienaños, podemos
decir que la marca europea sobre las ideas políticas estápresente en los
siguientes movimientos globales contemporáneos:
liberalismo, socialismo, derechos humanos, conservadurismo. Este último es una contracorriente
en relación con los demás, ya que, si bien están formados por la tensión entre
la regulación y la emancipación social, donde se producen avances en la mejora
de las condiciones de vida de las mayorías y la inclusión social, el
conservadurismo da plena prioridad a la regulación social y se opone a las
ideas de mayorías e inclusión social (de ahí su racismo
y sexismo). El conservadurismo tiene tres características principales: Al ser un
movimiento de carácter global, se afirma como contrario a la globalización;
siendo tan moderno como los otros tres, se presenta como un regreso al pasado,
una reacción que puede ser tanto moderada (derecha) como extremista (extrema
derecha); tiene una visión muy selectiva de la soberanía nacional que no le
impide que sea subordinado a la globalización capitalista neoliberal. Después
de la Segunda Guerra Mundial, el eje de esta difusión de ideas se trasladó al
Atlántico Norte, debido a la supremacía de los Estados Unidos. Pasó luego a
hablarse de eurocentrismo.
Estos cuatro movimientos de ideas tienen tres facetas importantes: ocurren
simultáneamente, pero se alternan en la predominancia; se adaptan creativamente
a diferentes contextos locales; se centran en los procesos educativos porque
allí se forman las próximas generaciones que pueden reproducirlos. El período
en el que vivimos marca una transición hacia el predominio del conservadurismo.
Pero es una transición muy incierta debido principalmente a los nuevos
problemas que ha planteado la pandemia del nuevo coronavirus. Señalan ideas
(por ejemplo, nuevas relaciones con la naturaleza, alternativas al desarrollo,
relaciones entre Occidente y Oriente) que no encajan en las versiones
dominantes del liberalismo, el socialismo o los derechos humanos. Vivimos, por
lo tanto, las transiciones de señales contrarias que a veces dan la apariencia
de estancamiento o agotamiento ideológico. Hoy, me centro en el predominio
global del conservadurismo, tanto en su versión moderada y extrema, y en sus
recientes manifestaciones en el área de la educación en Brasil, India, Colombia
y Portugal.
Antes de la pandemia,
esta ascendencia era particularmente visible en países tan diferentes como el
Reino Unido, EE. UU., Brasil, India, Filipinas, Hungría, Polonia, Turquía,
Rusia, Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia, Israel Guinea-Bissau, Marruecos,
Egipto, y Camerún. La pandemia creó un problema inesperado para la derecha: los
países en los que estaba en el poder eran aquellos en los que la protección de
la vida era, en general, más deficiente. Los gobiernos de derecha no sólo han
demostrado ser incompetentes para proteger la vida, sino que en algunos casos
extremos (Estados Unidos y Brasil) han tomado medidas que han puesto en riesgo
la vida de los ciudadanos. Sin embargo, no está claro que en los próximos procesos
electorales los castiguen en las urnas. El riesgo existe y, para prevenirlo,
asistimos al desarrollo más preocupante posible: el conservadurismo de derecha
se desliza hacia la extrema derecha. En Estados Unidos, Donald Trump ante la
perspectiva de perder las elecciones, impulsa
campañas masivas de desinformación, utilizando fuerzas militares y movilizando
milicias neonazis de extrema derecha, que podrían poner al país al borde de una
nueva guerra civil, especialmente si Trump no logra manipular con éxito los
procesos electorales y pierde lecciones.
Brasil puede seguir el
mismo camino en 2022. Como indiqué, uno de los objetivos privilegiados del
nuevo (viejo) conservadurismo de derecha y de extrema derecha es la educación.
Cito cuatro casos a modo de ejemplo. En Brasil, pueden identificarse dos
acciones principales. La primera consiste en la iniciativa «Escuela Sin
Partido», creada en 2004 con el objetivo de supuestamente eliminar el «adoctrinamiento
ideológico» en las escuelas. A partir de 2013, con el giro de la política
brasilera para la derecha (intensificando la desinformación por parte de la
extrema derecha por vía de las fakenews, persecución político judicial al
Partido de los Trabajadores (PT) en el ámbito de la operación de Lava-Jato,
especialmente en contra de la Presidenta Dilma Rousseff en 2016, y la elección
de Jair Bolsonaro en 2018) la «Escuela Sin Partido» intensificó su
acción con decenas de proyectos de ley presentados a los órganos legislativos
en los varios niveles de gobierno (municipal, estatal y federal) con medidas
que violaban los derechos humanos fundamentales, la libertad de cátedra y la
propia Constitución, un conjunto ideológico altamente conservador cuya
inconstitucionalidad ha sido cuestionada por varios organismos nacionales e
internacionales. La segunda acción consiste en el ataque multifacético a las
universidades públicas, que implica, en particular, recortes presupuestarios
con la consecuente falta de financiación y el cuestionamiento del sistema
democrático para la elección de los rectores de las universidades públicas
federales. El gobierno de Jair Bolsonaro ha ido ignorando la elección de
rectores progresistas e incluso ha nombrado rectores-interventores como en la
época de la dictadura que imperaba en el país entre 1964 y 1985.
En India, desde que
Narendra Modi y su partido (BJP) llegaron al poder (2014) ha habido un ataque
sin precedentes contra la libertad académica. El sistema universitario indio es
muy diverso y está compuesto por universidades públicas y privadas, centrales
(o federales) y estatales, universidades para minorías, universidades
religiosas, etc. Los ataques a las
universidades públicas centrales son los que han tenido más publicidad. Se intensificaron
a partir de 2014 aunque anteriormente habían estado dirigidos por la
organización juvenil del partido que ahora está en el poder. Tanto profesores
como líderes estudiantiles han sido criminalizados bajo la ley antiterrorista y
las reuniones o encuentros promovidos por estudiantes o profesores han sido
prohibidas con el pretexto de abordar temas políticamente sensibles. Al igual
que ha sucedido en otros países, los ataques directos a la libertad académica
se han complementado con ataques indirectos, es decir, con la precariedad de
los contratos de los docentes, el nombramiento de administradores impuestos por
el Estado, la supervisión
ideológica de los planes de estudios y el nombramiento sistemático en los principales
puestos universitarios de ideólogos de derecha y partidarios del BJP, a menudo
sin las calificaciones académicas necesarias.
En Colombia, el
conservadurismo ha tenido como objetivo constante la universidad pública y el
pensamiento crítico. Mediante acusaciones temerarias, estigmatizaciones y
montajes judiciales se ha querido incriminar a lo largo de los últimos años a
profesores y estudiantes y así poder
vincularlos a grupos terroristas. Pero no se han quedado solo allí. Recordemos
que también han amenazado y atacado la vida de aquellos profesores «que
incomodan», quienes, muchas veces, hacen parte también del movimiento
universitario en defensa de la educación pública o de los
sindicatos de sus respectivas universidades. Cuando no han logrado doblegar a
los protagonistas de la lucha por la educación pública, la estrategia optada
por estos grupos retardatarios ha sido desfinanciar y ahogar presupuestalmente
el sistema universitario público
transfiriendo fondos a las universidades privadas. Las políticas de la derecha,
y sobre todo de la derecha neoliberal, luchan contra la idea de universidad pública
y su respectivo proyecto de país cada vez más incluyente y solidario, que
obviamente el neoliberalismo no está dispuesto a permitir. En esta vía, el
capitalismo universitario desea transformar la idea de universidad en una idea
de empresa, para así colocar a los profesores como proletarios y dejar a los
estudiantes en el plano de meros consumidores. En ultimas, quieren una universidad
y una escuela «sin ideología», pero que en la práctica estará dotada
con toda la ideología del mercado.
En Portugal, el conservadurismo de extrema derecha, que siempre existió antes y
después de la Revolución del 25 de abril de 1974, hoy tiene un partido, Chega,
que reúne a su alrededor a todos los movimientos neonazis y nacionalistas que
nunca se conformaron con la derrota que
sufrieron con la Revolución. Su estrategia a futuro se basará en la capitalización
del descontento que puede causar la crisis económica y social derivada de la
pandemia. El conservadurismo moderado se vio inmovilizado por la pandemia
porque el consenso en la lucha contra la crisis de salud fue inicialmente
abrumador y el gobierno de izquierda mostró eficacia y
coherencia en las medidas a corto plazo. Desesperado en busca de una agenda que
pueda atraer a sus partidarios, la encontró recientemente en la disputa sobre
el carácter obligatorio u opcional de la asignatura de Ciudadanía y Desarrollo
en la educación secundaria. Dicha asignatura es obligatoria. La polémica surgió
cuando los padres de dos estudiantes de Vila
Nova de Famalicão (al norte del país) invocaron la objeción de conciencia para
no permitir que sus hijos asistieran a la asignatura, con el argumento de que
los temas de esta eran una responsabilidad familiar. Los estudiantes reprobaron
por ausencias, fueron admitidos por la escuela para pasar de nivel, el
Ministerio de Educación rechazó el trámite y exigió que los
estudiantes asistieran a un plan de recuperación, plan que los padres rechazaron,
adelantando una medida cautelar que fue aceptada por el tribunal. La decisión
de fondo está aún pendiente.
Curiosamente, el conservadurismo y la derecha en Colombia aplicaron igualmente
la receta de luchar contra la educación sexual en las escuelas. Llegando
incluso a acusar al Acuerdo de Paz de 2016 de ser portavoz de la «ideología
de género». Múltiples marchas en contra de cartillas sobre educación
sexual para las escuelas públicas y notificas falsas sobre el enfoque de género
en el Acuerdo de Paz, dejaron entrever el carácter prejuicioso de un sector
amplio de la sociedad.
En Portugal, personalidades de derecha, tanto seculares como religiosas, han
publicado un manifiesto a favor del carácter opcional de la asignatura. No
podían elegir un objetivo menos adecuado y un tiempo menos oportuno. Vivimos en
medio de un período de crisis sanitaria que nos ha estado enseñando la
necesidad de un consenso político sobre los temas de los que depende nuestro
futuro y el de las generaciones que nos siguen. Educar para la ciudadanía, en
todas sus expresiones, es ahora más urgente que nunca. En este contexto,
afirmar libertades que pueden desestabilizar la educación de los jóvenes y
cuestionar aún más sus expectativas adquiere una gravedad particular. Todo el
mundo recuerda las manifestaciones en los
Estados Unidos de las fuerzas de derecha y de extrema derecha contra el uso de
máscaras y el distanciamiento sanitario. La repulsión fue general. En el caso
de la educación sexual (porque este es el quid de la molestia) no está en cuestión
la desobediencia a las directrices de la OMS, se trata de la violación de los
tratados internacionales de derechos humanos que Portugal ha
ratificado.
Recordemos que el principio de igualdad de género y respeto por la diversidad
sexual es ahora reconocido internacionalmente, y es de ahí que surge la demanda
de educación sexual en las escuelas, que, además, está ocurriendo en toda
Europa. Y para sorpresa de los conservadores
portugueses, los estudios muestran que los padres estadounidenses, cualquiera
que sea su orientación política, están abrumadoramente a favor de la educación
sexual en la escuela. Entre otras motivaciones, muchas de ellas prefieren que
la escuela trate temas que, por importantes que sean, pueden ser inconvenientes
cuando se tratan en la intimidad familiar. Otros temen que, a falta de escuela,
las redes sociales ocupen este espacio sin ningún control.
La controversia que ha surgido en la sociedad portuguesa muestra hasta qué
punto el Portugal profundo sigue siendo sexista (y ciertamente también racista,
ya que los dos prejuicios van juntos, como muestran varios casos recientes).
Hace cincuenta años las escuelas enseñaban que las mujeres debían obedecer a
sus maridos, que no podían ocupar ciertos cargos porque
carecían de capacidad física o mental, y que los homosexuales eran enfermos (si
no criminales).
Las transformaciones
políticas que hemos atravesado y los movimientos sociales que les siguieron en
favor de los derechos sexuales, y todo el movimiento mundial por los derechos
humanos, fueron sedimentando una nueva cultura de paz y convivencia, de reconocimiento
de
la diferencia y de respeto por la diversidad. Esta cultura se solapa con siglos
de prejuicios y siglos de privilegio, en los que tales prejuicios se han traducido
y siguen traduciendo. La inercia social que esto causa se produce en todo momento,
como en el presente caso. De ahí la necesidad de que la escuela participe
activamente en el aprendizaje de una cultura democrática,
no excluyente, promotora de los derechos humanos. Y las escuelas ciertamente lo
hacen de una manera mucho más confiable que las redes sociales.
A la luz de cualquiera de los tres movimientos globales de ideas de origen
europeo (liberalismo, socialismo, derechos humanos), esta iniciativa del
conservadurismo portugués significa una violación de los objetivos de inclusión
social igualitaria que dominaron en los últimos cien años y, en Portugal, solo
en los últimos cincuenta años. Debido a esta particularidad portuguesa, poner
en duda la vigencia plena de la educación para la ciudadanía es particularmente
grave. Es que, detrás de la convicción de los conservadores de la derecha
moderada, se esconde la extrema derecha, probablemente con el objetivo de
sobreponerse en la polarización que explotará a toda costa. La presencia de la
jerarquía de la Iglesia católica, en abierta desobediencia al Papa Francisco,
es una señal adicional de preocupación. No olvidemos que la jerarquía de la
Iglesia católica portuguesa defendió el fascismo (y el colonialismo) hasta sus
últimos momentos. Y, por supuesto, es particularmente importante que los tribunales
no renuncien al hacer valer los derechos de igualdad y orientación sexuales consagrados
en las leyes y la Constitución. Recordemos que en esta materia hubo decisiones
recientes muy problemáticas y justificadas por motivos ilegales.
No es opcional volver atrás. Los contratiempos en la educación son siempre un
terrible presagio para la sociedad. Si la igualdad sexual fuera la ideología de
género, la igualdad racial sería la ideología racial y la lucha contra la
pobreza sería la ideología clasista. Y, en última instancia, la lucha contra el
fascismo sería la ideología…democrática.
Artículo enviado a Other News por el autor, el 23.09.2020. Traducción de Bryan Vargas Reyes
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*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial.