Francesco Martone
(*)
Los eventos del Territorio Indígena y Parque Nacional
Isiboro-Sècure – TIPNIS tal vez ayuden a resumir la realidad desnuda y cruda
que en las últimas semanas se ha manifestado con todas sus evidencias y
contradicciones en Bolivia. Esta clave quizás pueda ayudar a comprender el
espacio inmaterial y tácito que existe entre la adhesión sic et simpliciter al
apoyo casi incondicional de un proyecto ”supuestamente» revolucionario, y
su rechazo igualmente dogmático en clave reaccionaria, oligárquica. En resumen,
el espacio que existe entre quienes hoy lloran por el golpe y la traición y
quienes celebran la liberación del tirano abre un abanico que merece ser analizado,
frente a categorías y palabras que borran cualquier posibilidad de articulación
y análisis crítico. Eso imposibilita un balance para comprender mejor las
noticias y comentarios contrarios con respecto al golpe que llegan a Europa
enmarcados en posiciones ideológicas y de «izquierda», que provienen
de movimientos sociales, organizaciones indígenas de base, ecologistas,
feministas y libertarias del continente. Es en este análisis crítico de las
diversas posiciones, que, sin duda alguna, tenemos mucho que aprender.
TIPNIS, es un área protegida de bosques, habitada desde tiempos inmemoriales
por los pueblos indígenas. El plan del gobierno de Evo Morales, siguiendo las
decisiones ya adoptadas por anteriores administraciones, era abrir un camino
contra la voluntad de las comunidades locales, una señal de la huella
modernizadora que él y su gobierno querían darle al país. Esta experiencia
provocó una fuerte ruptura con la propuesta inicial del propio Evo que prometía
la emancipación y liberación de los pueblos y las clases que parecían
destinados a la subordinación eterna. El proyecto vial empezó en contra de la
voluntad popular, recurriendo a la represión policial, en la que se destaca el
caso de Chaparina del 2011.
Recuerdo el grito de denuncia de una mujer indígena boliviana en la Conferencia
sobre Cambio Climático de la ONU en Bonn hace unos años: «Evo enviaste a
la policía para golpearnos, ¡Evo, no eres uno de nosotros!”Y no es para menos.
Muchos indígenas en Bolivia se vieron frustrados por las posiciones extractivistas
y autoritarias de su presidente. Incluso desde fuera de Bolivia hubo voces
indígenas que criticaron a Evo, como la líder histórica de los movimientos
indígenas ecuatorianos, Blanca Chancoso, quien en las últimas semanas marchó a
la cabeza de las mujeres indígenas que desfilaron por las sangrientas calles de
Quito para protestar en contra el FMI y el aumento de los precios de los
combustibles decretado por el presidente Lenin Moreno. Chancoso, quien fuera
atacada en su momento por Morales por estar, según él, en connivencia con la
derecha reaccionaria, debido a la resistencia de CONAIE a las políticas
económicas de Rafael Correa. En una carta a Morales Blanca Chancoso rechazó
todas las críticas, comentando, casi proféticamente: «querido Evo, los
presidentes pasan nosotros los indígenas, permanecemos y seguiremos, con la
esperanza de poder volver a encontrarnos algún día». Cabe recordar que
incluso Evo tuvo su «gasolinazo» en 2010 cuando se enfrentó a una
revuelta popular provocada por el aumento anunciado en el precio de la
gasolina.
Volvamos al TIPNIS que representó para Morales la prueba de fuego de su lealtad
a los principios establecidos en la Constitución boliviana, los de la Ley de la
Pacha Mama, que se inspiró en Acuerdo de los Pueblos adoptado en la Conferencia
Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre
Tierra de Cochabamba algunos años antes.
Interesante es el paralelo con lo que estaba sucediendo en esos años en Ecuador
por Rafael Correa, con la Iniciativa Yasuní-ITT, promovido por movimientos
sociales y ambientales ecuatorianos e internacionales para mantener el petróleo
«bajo tierra» y no dañar un ecosistema frágil y así asegurar la
supervivencia de las poblaciones indígenas en aislamiento voluntario. Correa
hablaba de impulsar dicha Iniciativa mientras negociaba préstamos
internacionales con China garantizándolos con concesiones petroleras a empresas
chinas en territorio amazónico. Y a pesar del hecho de que la Constitución
ecuatoriana del 2008 incorporó los Derechos de la Naturaleza, Correa resolvió
dar paso a la explotación del crudo en el ITT. Y además, bloqueó
fraudulentamente la posibilidad de una consulta popular planteada por un grupo
de jóvenes: los Yasunidos, que fueron perseguidos, espiados y criminalizados.
Dos parábolas muy similares y
significativas.
Durante años, las negociaciones climáticas de la ONU han representado un
espacio importante que Bolivia siempre ha utilizado como ámbito político para
reclamar y construir su propio perfil ecologista internacional. Un espacio para
practicar la narrativa de la Pacha Mama por parte de la primera presidencia
indígena del país. Un espacio que inicialmente estaba dirigido por una
delegación encabezada por Pablo Solón (ahora muy crítico con Morales y las
políticas de su gobierno), con representantes indígenas.
En algún momento las cartas cambian de color. Evo profundizó el extractivismo.
Solón renunció porque ya no podía defender esas políticas extractivas. Moreno
dividió la CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia). Y eso provocó
el aparecimiento y el enfrentamiento de la CIDOB «auténtica» y la CIDOB
«oficialista». Poco después, siempre relacionado con TIPNIS, una
delegación del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza -instancia
de la sociedad civil organizada con jueces y juezas de todos los continentes-
realizó una visita de inspección para adquirir elementos directamente de las
comunidades afectadas. Esa delegación compuesta por académicos autorizados y
activistas ambientales, como parte de un tribunal ético compuesto por personas
de reconocida prestancia ética y profundos conocedores de los Derechos de la Pachamama
fue intimidada por parte del gobierno e inclusive estuvo secuestra por cocaleros
afines al régimen de Morales. No hay duda que el objetivo de Morales al abrir
ese camino era para facilitar a los cocaleros la ampliación de sus actividades
asegurándose su apoyo político, al tiempo que abría la puerta a la explotación
petrolera.
TIPNIS como ejemplo del paradigma de desarrollo, de la «grandeza»
real o supuesta que habría llevado a Morales a anunciar el lanzamiento de un
satélite construido en China, el Tupac Katari 1, la apertura del país a los
transgénicos (al principio prohibido y que el Evo mismo unos años antes acusó
públicamente de ser la causa de la homosexualidad), la construcción de la
central nuclear más alta del mundo, producto de un acuerdo entre él y Vladimir Putin.
O la concesión de licencias de extracción de petróleo en el parque Tariquia en
beneficio de Petrobras, con la consiguiente revuelta de las comunidades
locales. Y, por último, el corte de cinta de un palacio presidencial en el
centro de La Paz, un monstruo de hormigón y acero que debería haber encarnado su
mito, la concepción estatista del poder, el culto a su personalidad. Para colmo
Evo en septiembre rechazó las solicitudes de los pueblos indígenas que clamaron
por declarar un estado de emergencia debido a los incendios que devastaron el
bosque de Chiquitania en los mismos días que la Amazonía brasileña: 51 mil
kilómetros cuadrados han sido destruidos también como resultado de las
políticas de incentivos para la producción de soja y carne transgénicas para el
mercado chino. Los llamados internacionales para proteger esas zonas devastadas
inicialmente fueron rechazadas porque fueron consideradas perjudiciales para la
soberanía nacional.
El TIPNIS, en definitiva, sirve como ejemplo de la estrategia de
desarticulación de movimientos críticos, indígenas y no críticos, sobre la base
de construir una polarización entre fieles y críticos, ciertamente no las
oligarquías históricas de Santa Cruz de la Sierra, un enclave blanco desde
siempre con propensiones golpistas.
Evo decidió en los últimos meses de ignorar la voluntad de la gente, que en su
mayoría pidió respetar la regla de los mandatos presidenciales. Si ahora hemos
llegado a lo que Bolivia está experimentando en estas horas agitadas, tal vez
se deba a una serie de factores que se han acumulado y deben tenerse en cuenta.
Y que terminaron creando el caldo en el que los fantasmas del pasado ahora
pueden florecer. Sin negar, y esto debe reiterarse con fuerza y claridad, los
pasos dados inicialmente por Morales y también por Correa o Hugo Chávez, el
principal problema parece ser el del poder, que desgasta, que echa a perder la
esencia de los proyectos iniciales, en la medida que les hace sentir
invencibles e inevitables a sus líderes devenidos en caudillos.
Así, con el proyecto carretero en el TIPNIS finalmente se abrió una brecha y
una profunda afectación con los supuestos iniciales del proyecto del MAS
liderado por Evo Morales. «Queríamos hacer de Bolivia el centro energético
y nos botaron”, dijo Álvaro García Linera, el vicepresidente de Bolivia, quien
anunció el abandono de la oficina al lado del presidente en un video. Pronto
Morales volaría a México. García Linera en el pasado había actuado en una
especie de «caza de brujas» contra organizaciones de izquierda y
ecologistas críticas con Morales.
Vale la pena recordar para futuras referencias. Hace casi cuatro años, un grupo
de intelectuales de izquierda, incluidos Buenaventura de Sousa Santos, Alberto
Acosta, Raúl Zibechi y Eduardo Gudynas, enviaron una carta de protesta con la
socióloga argentina de izquierda Maristella Svampa sobre la decisión del
gobierno boliviano de cerrar algunas ONG por autoridad. Algunas de ellas se
colocaban a la izquierda como CEDIB y CEDLA. Ante la respuesta de García
Linera, Svampa respondió que la acusación ritual de que las ONG que critican
las políticas extractivas y de desarrollo del gobierno deben considerarse como
el brazo de la derecha reaccionaria, sólo serviría para ocultar el problema
real, el del modelo de desarrollo, que en Bolivia ahora parece estar muy lejos
de esos derechos constitucionales de la Madre Tierra.
La colonialidad del poder es el otro pilar necesario para una lectura radical,
antiautoritaria, ecológica y decolonial del supuesto proceso revolucionario, en
Bolivia y en todas las experiencias de socialismo del siglo XXI. La misma se
expresa por un lado, con la deslegitimación y criminalización de los
representantes legítimos de los pueblos indígenas, y por el otro mediante la
apropiación de su patrimonio simbólico. La antropóloga feminista boliviana de
origen aymara Silvia Rivera Cusicanqui lo dijo muy claramente: Morales estaba
en manos del «cholaje» anti-indio, militar, machista, colonizado,
brutal , irracional y ecocida. «Es solo la máscara del indio y ha usurpado
el valor simbólico de todas las luchas sociales». El mismo tenor se
encuentra en Mensaje de Nación Qhara Qhara a Evo Morales : «Señor
presidente, desde el fondo de nuestro corazón y con gran pesar te decimos:
donde te perdiste? Porque no vives dentro de los preceptos ancestrales que dice
que debemos respetar el muyu (circulo): solo una vez debemos gobernar. (…)
Deja de enviar indígenas como carne de cañón para el respaldo de tus intereses
y de los que te rodean, que ya no son los nuestros; deja de enviar matones a
maltratar a nuestra gente; deja que vivamos en nuestra ley; deja de hablar en
nombre de los indígenas que ya perdiste tu identidad»
Hoy en día, muchos movimientos feministas bolivianos no niegan el cambio
profundo operado por el MAS a lo largo de los años, y condenan el golpe de la
derecha, pero al mismo tiempo critican a Evo Morales y su gobierno. Morales, e
inicialmente Rafael Correa, y Hugo Chávez, tuvieron éxito en una tarea
imposible: elevar a las clases sociales históricamente excluidas de un destino
que parecía ineludible. Sin embargo, estos líderes se derrumbaron
miserablemente ante el poder, sin socavar su arquitectura extractiva, colonial
y patriarcal.
«¡Morales es un presidente machista!», Gritó María Galindo, artista y
activista GLBQTI y animadora del colectivo Mujeres Creando y del Parlamento de
Mujeres. Que se tratase de un golpe de estado, dice Galindo, es solo parte de
la realidad, el problema es que Morales se ha convertido, como diría Frantz Fanon
en su «Piel negra y máscara blanca», en un caudillo y una máscara al
mismo tiempo. Morales no dudó en alimentar el conflicto, que luego degeneró en
una «fascistización del proceso», que invisibilizó miles de jóvenes bolivianos
y bolivianas, que salieron a las calles, quizás por primera vez en sus vidas,
para desafiar el poder que Evo pensó que podría ser eterno.
No es el primer ejemplo y no será el último, pero sería urgente preguntarse
desde la izquierda sobre la diferencia que Gilles Deleuze subrayó entre “pouvoir»
y «puissance». Poder y potencia. Es significativo que aquellos que se
aferran al poder lo pierden, y aquellos que se insinúan en las revueltas y usan
su potencia, lo conquistan tácticamente. Es igualmente sorprendente observar
las similitudes entre la aparición del hombre de la providencia “Macho”
Camacho, el ascenso de Jair Bolsonaro y la figura sombría de Guaidó, meteorito
de los recientes acontecimientos venezolanos. Todos con la ritual camisa blanca
almidonada, el verbo de Dios y la liturgia del mercado libre.
¿Qué más hay que decir sobre la derecha, sino lo que siempre se dice? Mesa y el
advenedizo Camacho son el producto de la historia del país, de esa parte del
país que nunca ha sido suficientemente cuestionada, un enclave de privilegios y
autoritarismo, una brasa que ardía debajo de las cenizas. Y como un genio de la
lámpara listo para poder nadar en olas levantadas por aquellos que a millares
habían salido a las calles para exigir respeto por las reglas y la
Constitución. A esto se acompaña la incorporación del elemento religioso
fundamentalista bastante inédito para la vida política de Bolivia.
Punto y más. Repentinamente se salió de la nada con una dama blanca, Jeanine Áñez,
una expresión de las oligarquías que agitaba la Biblia desde el balcón del
Senado, después de haberse declarado presidenta interina frente a un parlamento
incompleto con el compromiso de convocar nuevas elecciones de aquí a 3 meses.
Una figura destinada a seguir siendo un breve capítulo en esta historia
reciente de Bolivia, pero que podría ser un precursora de un futuro dramático.
A pesar de los más recientes acuerdos entre el gobierno ad ínterin y los
parlamentarios masistas, para llegar a elecciones generales lo antes posible,
la situación en Bolivia sigue tensa. Al mismo tiempo se abre la posibilidad de
que, esos miles de personas, que han puesto el «cuerpo» y la “cara”
como sus compañeros en Ecuador y Chile puedan finalmente movilizarse y expresar
su posición sin convertirse en carne de cañón de los enfrentamientos de poder.
¿Existen las condiciones para que ese diálogo invocado incesantemente por los
colectivos feministas del Parlamento de las Mujeres? Estas mujeres que han
denunciado el patriarcado y el machismo del gobierno y de la derecha durante
mucho tiempo y se esfuerzan por reparar fracturas, practicar la dimensión
política del cuidado y la proteger los espacios sociales. Son aquellas mujeres
y colectivos feministas que han escrito una carta abierta a María Galindo para
trabajar juntas, salir de la polarización y reconstruir las heridas del país y
en la que afirman: «esta situación es inadmisible y la perspectiva es
grotesca. ¿Cómo podemos colocarnos detrás de una coalición cívica que durante
años ha defendido los privilegios coloniales con tanta fuerza? ¿Y cómo es
posible que la otra opción sea solo admitir la continuidad con un gobierno
agotado, después de haber destruido toda la energía de las luchas y la
autonomía política de las organizaciones sociales?”
Estas voces llegan amortiguadas a este lado del charco, pero tienen dignidad y merecen
consideración. ¿Habrá tiempo y espacio para evitar lo irremediable y evitar que
la peor derecha, racista y fundamentalista llegue al poder? ¿Para profundizar
el proceso de emancipación y transformación del país desencadenado hace años y
hoy debilitado sin remedio, «democratizando la revolución y revolucionando
la democracia»? La misma pregunta se aplica al Ecuador: ¿será posible
reactivar las semillas de la Revolución Ciudadana y de la constitución de Montecristi,
practicada por los ciudadanos y no por aquellos que piensan en resolver todo
con la conquista del poder?
En cuanto a nosotros, observadores lejanos y espectadores emancipados que
vivimos en el Viejo Continente de donde salieron los colonizadores, la
condición esencial para que podamos acompañar estos procesos de cambio radical
será resolver la «colonialidad» que tenemos en nuestra cabeza.
Nosotros que nos enamoramos de las revoluciones ajenas desde nuestras
habitaciones o detrás de nuestros teclados para compensar la incapacidad de
hacer las nuestras. Este concepto fue claramente expresado en un interesante
artículo publicado hace algún tiempo en la revista ROAR (Reflections on a Revolution),
firme defensora de la experiencia confederal en Rojava y del zapatismo.
«Si bien los progresistas en Occidente a menudo somos los más rigurosos en
la supervisión o el juicio de los partidos gobernantes socialdemócratas en
nuestros países, con demasiada frecuencia idealizamos las realidades políticas
en Bolivia y otros países latinoamericanos, no solo por falta de información,
sino también porque necesitamos de ejemplos que dan esperanza, y esto podría
conducir a conclusiones erróneas, estrategias equivocadas y campañas de
solidaridad engañosas por parte de la izquierda»[1] (Revista ROAR,
autoritarismo boliviano: no solo un cargo de derecha» por ROAR Collective
el 3 de noviembre , 2014 – http://roarmag.org/…/bolivia-authoritarianism-mas-elections/)
————————–
*Senador y ecologista italiano. Activista de organizaciones no gubernamentales. Artículo enviado a Other News por el autor.
—————————————–