Por Federico Mayor Zaragoza*
Dirigido a ciudadanos conscientes de nuestro tiempo que buscan ver en qué dirección hay que ir para construir un mundo mejor
Ante las amenazas globales, algunas de carácter irreversible, que se ciernen sobre la humanidad, mirando a los ojos de nuestros descendientes y de las generaciones venideras, corresponde a “Nosotros, los pueblos” cumplir con nuestros deberes esenciales, ahora que somos conscientes de la gravedad de las situaciones y, por fin, nos sabemos iguales en dignidad y capaces de expresarnos libremente. Uniendo nuestras voces en grandes clamores populares, vamos a promover con firmeza:
– el alto el fuego inmediato en Ucrania y otros conflictos en curso, iniciándose a continuación los procesos de paz correspondientes,
– el cambio inmediato de la gobernanza plutocrática supremacista (G6, G7, G8, G20…) que ha conducido al mundo en su conjunto a una situación de extremo riesgo (medioambiental, nuclear, social…) por una gobernanza multilateral democrática, con unas Naciones Unidas reformadas y ampliadas que adoptarían en una primera reunión extraordinaria una Declaración Universal de Democracia, con el fin de reconducir la sombrías tendencias actuales y facilitar la transición desde una cultura de imposición, dominio y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, mediación, conciliación y paz,
– total eliminación de las ojivas nucleares, ya que es intolerable desde todos los puntos de vista que la espada de Damocles del exterminio total ensombrezca el destino de la especie humana,
– rapidísima revisión de las instituciones de justicia, para que no vuelva a aceptarse nunca más la sentencia de jueces “conservadores” o “progresistas”, es decir, de malos jueces que sentencian en virtud de su ideología en lugar de aplicar la ley con la imparcialidad que define la calidad de la justicia “justa”,
– eliminación, sin contemplaciones, de los “paraísos fiscales”, serio obstáculo para la disminución de la brecha social que se incrementa sin cesar,
– al actual Consejo de Seguridad, ya sin veto, se añadiría un Consejo de Seguridad Medioambiental y otro de Seguridad Socioeconómica,
– también a escala de otras instituciones locales, regionales y mundiales se eliminarían los impedimentos que, siempre por las mismas razones de poder absoluto, se han opuesto al funcionamiento democrático: el caso más patente y urgente es el de la Unión Europea, que no puede seguir aceptando que decisiones especialmente relevantes deban adoptarse por unanimidad, antítesis de la democracia,
– el nuevo concepto de seguridad[1] tendrá muy en cuenta la calidad del medio ambiente y la adecuada conservación de mar, tierra y aire. El inadmisible trato de los residuos, con acúmulos y vertederos pensados para saciar desmedidas ambiciones económicas y no para conservar la calidad de la Tierra y sus acuíferos así como el fondo marino —no olvidemos nunca que el agua del mar ocupa los 2/3 de la piel de la Tierra— que se va llenando de productos tóxicos disminuyendo la capacidad de recaptura del anhídrido carbónico propia del fitoplancton,
– y tendrá en cuenta, asimismo, que los incendios de verano pueden preverse con una adecuada acción (cortafuegos, limitación de espacios…) durante el invierno, y con la disponibilidad de los aparatos y medios técnicos de toda índole que permiten una rápida y adecuada acción cuando se produce un fuego. Sí: la ciudadanía mundial reclama menos bombas y más bomberos, menos aviones de guerra y más para cuidar la Tierra, menos soldados en los cuarteles y más en las UME… y más personal sanitario…
Todo cuanto antecede ha formado parte de múltiples proyectos que pretendían transitar de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón. Pero no pudieron llevarlos a la práctica —insisto en ello— porque “los pueblos” no existían: el 90% de la humanidad nacía, vivía y moría en unos pocos kilómetros cuadrados y, además, existía una discriminación radical por razón de género, sensibilidad sexual, creencia, ideología, etnia… En pocos años, la progresiva igualdad en dignidad ha abierto perspectivas de futuro de gran alcance y, muy importante, los seres humanos, ¡ya iguales!, pueden expresarse libremente. Ahora ya es posible participar y, “Nosotros los pueblos” podemos y debemos alzar la voz para afrontar amenazas que, de otro modo, podrían alcanzar puntos de no retorno. Ahora ya podemos pasar de la guerra (“bellum”) a la palabra (“verbum”). Ahora ya podemos cumplir nuestras ineludibles responsabilidades intergeneracionales.
Mi madre —siempre lo he tenido muy presente— me decía: “No aceptes nunca lo que juzgues inaceptable”. Pues bien: es inaceptable que por el veto de los cinco países vencedores y por la unanimidad, respectivamente, las Naciones Unidas y la Unión Europea no puedan cumplir con el importantísimo papel que les correspondería para abrir una nueva etapa en la que la cultura de paz y no violencia pudiera sustituir, de una vez, la de la confrontación y fuerza, en la que el multilateralismo democrático permitiera acuerdos que no son posibles en el contexto de la plutocracia supremacista.
Muchos jóvenes se encierran en su caparazón, ayudados por las burbujas virtuales que les ofrecen la redes sociales.
Debe prestarse una especial atención al meta mundo, el mundo Virtual de Zuckerberg.
Lo que los autores desean es que el lector se convierta en un ciudadano activo, consciente y responsable.
La globalización neoliberal se basa en el concepto de que el mercado es el centro de la sociedad (no el ser humano)basando sus valores en el beneficio, el éxito y el dinero.
El papa Francisco aboga por la globalización solidaria. Solo tenemos un planeta en el que vivimos todos. Y a todos nos afectará si no reconducimos a tiempo, las actuales tendencias.
Este libro no pretende sugerir soluciones o caminos. Éstos deben salir de cada uno. Lo que pretende este texto es fomentar la reflexión, la creatividad, la solidaridad.
Ningún país, por grande que sea, puede pensar en resolver los problemas globales en casa. La esperanza es un faro que debe iluminar nuestro camino en la vida… Y la capacidad de indignación.
Hoy, la ciudadanía consciente, igual en dignidad y pudiendo expresarse libremente, podría permitir a la humanidad —“ojos del universo “— iniciar un nuevo periodo de grandeza haciendo uso de las desmesuradas capacidades creativas distintivas de la especie humana. Hoy, ya era hora, “Nosotros, los pueblos” podemos inventar el futuro. No sigamos callados. Alcemos la voz para que renazca la esperanza y la alegría de vivir.
[1] Mayor Zaragoza, Federico (2021): Inventar el futuro, Córdoba, Ánfora Nova.
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*Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz. Texto enviado a Other News por la oficina del autor