Por Federico Mayor Zaragoza*
Es la inteligencia natural la que ha creado la tecnología digital y la llamada “inteligencia artificial”. Cada ser humano capaz de pensar, imaginar, anticiparse, innovar,!crear!, es la mayor esperanza, el gran misterio.”Libres y responsables”, define la Constitución de la Unesco a los “educados”. Sí: la libertad es el don supremo.
Desde hace tiempo vengo insistiendo en la insoslayable necesidad, ahora que ya podemos expresarnos, que la humanidad ya tiene voz… ahora que ya hemos comprendido que la igual dignidad de todos los seres humanos es el pilar fundamental de la nueva era… ahora que somos progresivamente conscientes de la inaplazable necesidad de reconducir las actuales tendencias y hacer frente a las amenazas globales, algunas de ellas potencialmente irreversibles… de poner en práctica la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible “para transformar el mundo”.
Ahora que la reflexiones durante el confinamiento pandémico nos han permitido distinguir lo esencial de lo accesorio… y rechazar con firmeza la gobernanza plutocrática que ha llevado a la actual situación de poder absoluto del “gran dominio “(financiero, militar, energético, digital, mediático) con una imparable brecha social y el PIB como única referencia del progreso y bienestar. Ha llegado, ahora sí, el momento de “Nosotros, los pueblos “para establecer un sistema multilateral altamente eficiente, capaz de intervenir con diligencia en los conflictos, de eliminar los paraísos fiscales y los tráficos ilegales de toda índole, de situar a las comunidades científica, académica, artística, intelectual, en suma, al servicio de la transición, tan esperada y merecida, de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón, a la palabra y la mano tendida en lugar del grito y la mano armada.
Para que no se aplace de nuevo la aplicación de los Acuerdos de París sobre el cambio climático y la Resolución de la Asamblea General sobre la Agenda 2030, es crucial que la ciudadanía, consciente de los riesgos y de los problemas para la puesta en práctica de estas medidas, participe en la adopción de decisiones a escala planetaria, utilizando al máximo las posibilidades de la tecnología digital… que siempre debe ser utilizada en beneficio y nunca en perjuicio de la humanidad. Bien está que se sustituyan las actividades físicas…..bien está que aprendamos el abordaje de la complejidad, pero, ¡atención!, impidamos cualquier interferencia en el pleno y correcto uso de nuestras actividades psíquicas.
La creatividad, la libertad y la adopción de decisiones son facultades y responsabilidades exclusivamente humanas. El grado de intervención en todo lo que concierne a las capacidades distintivas de la especie humana, tiene sus límites. Debemos estar vigilantes y, por poderosos que sean los tentáculos de dominio, opongamos la también inmensa fuerza se la ciudadanía “advertida”.
Sólo cuando, con todo fundamento científico, los neuro especialistas médicos aconsejen para beneficio de los pacientes el uso de “chips cerebrales”, debe accederse. En otro caso, no. Es importante y esperanzador a este respecto señalar que la Comisión Europea acaba de establecer mecanismos para la regulación –y prohibición, cuando proceda- de algunas aplicaciones de la inteligencia “artificial “.
Los seres humanos “libres y responsables” pueden inventar el futuro que anhelamos y que los “chips cerebrales “no pueden poner en peligro.
Es oportuno referir de nuevo la anécdota que, en 1966, viví en el laboratorio de bioquímica del Premio Nobel profesor Hans Krebs: cuando yo intentaba justificar la exhaustiva utilización del excelente instrumental del que yo carecía en la Universidad de Granada, recopilando todos los datos que pudiera…me dijo: “A partir de ahora dedicará más tiempo a la reflexión. El buen investigador es el que ve lo que otros también ven pero piensa lo que nadie ha pensado”. 04 de mayo de 2021.
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*Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz. Texto enviado a Other News por la oficina del autor.