La Unión Europea Busca Abrirse Espacio en África

Por Àngel Ferrero* – Diario Red

La VII Cumbre Unión Europea-Unión Africana ha terminado deveniendo símbolo de muchas de las cosas que funcionan incorrectamente de la diplomacia comunitaria.

El pasado 24 y 25 de noviembre se celebró en Luanda, capital de Angola, la séptima cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Unión Africana (UA). Había de ser una cumbre especial por muchos motivos, entre ellos la efeméride del 25º aniversario del primer encuentro de este tipo en El Cairo. Y con todo y con eso, la cumbre acabó pasando desapercibida. Todos los ojos estaban puestos en Ucrania, a pesar de que, como ha observado el analista alemán Wolfgang Münchau, “la relación de Europa con África es la cuestión más importante” estratégicamente para el bloque.

La VII Cumbre UE-UA ha terminado deveniendo símbolo de muchas de las cosas que funcionan incorrectamente de la diplomacia comunitaria bajo la dirección de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas. En efecto, como escribe Münchau, los dirigentes europeos aterrizaron en Angola “con planes ambiciosos para asegurar el acceso a minerales críticos y presentarse a sí mismos como socios fiables”, pero “su pasado extractivo arroja una sombra sobre la diplomacia, y los dirigentes africanos siguen desconfiando de promesas cuyo eco revela patrones coloniales.” El notorio discurso del predecesor de Kallas, Josep Borrell, en octubre de 2022 comparando a Europa con un “jardín” y al resto del mundo con una “jungla” que puede invadirlo no ha sido olvidado, por mucho que el político español haya tratado de matizarlo después.

“No queremos dejar el continente a otros”

En un artículo anterior recordábamos que África posee un tercio de las reservas mundiales de los llamados “minerales críticos” —’critical raw materials‘ (CRM), en inglés—, incluyendo un 80% del platino y cromo, 47% del cobalto y 21% del grafito, que se consideran esenciales para poder alcanzar las metas de decarbonización y transición digital fijadas por Bruselas. También recordábamos que, desde algunos think tanks, se ha puesto sobre la mesa la idoneidad de reemplazar a China por África como fuente de tierras raras para evitar posibles cuellos de botella en la producción, pero también situaciones como la de Nexperia en los Países Bajos, en la que Beijing suspendió la exportación de chips después de que el gobierno holandés intentase tomar el control de la empresa, filial de la china Wingtech, alegando motivos de seguridad.

En esta cumbre Bruselas se fijó el objetivo de acelerar los proyectos asociados a la iniciativa Global Gateway (Pasarela global) –la alternativa de la Unión Europea a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) china–, el proyecto más importante de los cuales es la modernización, presupuestada en 116 millones de euros, del corredor de Lobito, una vieja vía ferroviaria construida por las autoridades coloniales belgas y portuguesas que atraviesa Zambia, la República Democrática del Congo (RDC) y Angola. Originalmente pensada para transportar caucho, marfil y minerales para su exportación a Europa, hoy se espera que transporte en el futuro inmediato cobalto y cobre con el mismo destino.

El simbolismo de este tipo de proyectos no ha sido probablemente pasado por alto por los dirigentes africanos y la Unión Africana insistió en que la estrategia europea se alinee con sus propios horizontes, centrados en un incremento sustancial de los estándares medioambientales y sociales y el crecimiento económico. China, que no carga con el fardo histórico del colonialismo en África, lleva la delantera en este punto, y, en el corto plazo, no parece que vayan a cambiar las cosas, pues entre sus inversiones también se incluyen infraestructuras –desde puentes, puertos y carreteras a vías ferroviarias, pasando por el nuevo aeropuerto de Luanda– que no se limitan a conectar las minas de las que se extraen los materiales con el puerto en el que se embarcan para su exportación.

“El mundo no consiste en sólo uno o dos países”, señaló el presidente angoleño, João Lourenço, “estamos abiertos al mundo”. Los dirigentes europeos no parecieron darse por aludidos y el canciller federal de Alemania, Friedrich Merz, aseveró que “no queremos dejar el continente a otros”, una referencia muy poco velada a China y Rusia, sin mencionarlos. ¿Pero lo ha preguntado a los gobiernos africanos? ¿Ha pensado siquiera en preguntárselo? Con la misma falta de tacto de la que ha hecho gala en otros casos recientes, Merz agregó que “no había sido capaz de encontrar un trozo de pan decente” durante su estancia en África, siendo el único pan decente para el canciller, por supuesto, el alemán.

El multilateralismo, tomado en serio

Aunque el presidente del Consejo Europeo, el portugués António Costa, recordó que la Unión Europea es “el principal socio de África en materia de seguridad” y en la cumbre se reafirmó la intención de seguir reforzando la cooperación en este campo, incluyendo el apoyo militar y de seguridad a través del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP), la realidad sobre el terreno ofrece una imagen mucho menos optimista para el bloque.

Francia es el ejemplo paradigmático. Los gobiernos de Malí, Burkina Faso y el Niger expulsaron a las tropas francesas en los años 2022 y 2023 de sus respectivos países –cuya presencia se justificaba en operaciones para el combate contra el yihadismo, aunque los resultados distaban de ser los mejores– y buscaron alternativas de seguridad en Rusia, aún al precio de aceptar los acuerdos más turbios, como el despliegue de las antiguas tropas de la organización paramilitar PMC Wagner, ahora rebautizada con el ominoso nombre de Afrika Korps. Además de los tres gobiernos arriba mencionados –que forman junto con Mauritania una franja que prácticamente podría “cortar” África en dos–, aún habría que sumar el de la República Centroafricana. A cambio de asistir militarmente al gobierno en Bangui ofreciéndole un “paquete de supervivencia del régimen”, Afrika Korps ha obtenido licencias para explotar lucrativas minas de diamantes y oro a través de sociedades pantalla.

Como ha apuntado el profesor de Sociología József Böröcz en The European Union and Global Social Change: A Critical Geopolitical-Economic Analysis (Oxford, 2010), cinco de los seis miembros fundadores de la UE (Bélgica, Francia, Alemania, Italia y Países Bajos) eran potencias coloniales en el momento mismo, o apenas unos años antes, de la fundación del bloque. “Dicho de otra forma”, escribe Böröcz, “desde la perspectiva de los legados reales de la historia colonial, la UE no es sino una asociación metacolonial de antiguas potencias coloniales”, que ha ejercido su poder en otros Estados hasta ahora a través de cadenas de imposición, “acuerdos de autoridad siempre jerárquicos y casi siempre asimétricos en los que la parte subordinada ejecuta la producción legal de la parte superior.” El investigador sueco Pao Hansen, por su parte, ha criticado que la UE siga instalada en su propio mito de ser “un proyecto post-colonial, un nuevo comienzo y un proyecto de paz libre de la tacha de las políticas e historias coloniales vinculadas a sus Estados miembro.” Cuando el documento final de la cumbre entre la UE y la UA recoge la defensa del multilateralismo, los africanos están pensando en una cosa, y los europeos, en otra muy diferente. Este proyecto de la UE está llegando, según parece, al límite de su recorrido. Las resistencias afloran, la inercia pesa sobre las relaciones entre los dirigentes de ambos continentes, el lenguaje ya no es compartido. El mundo ha cambiado, la mentalidad de la mayoría de dirigentes europeos, no. 

*Àngel Ferrero, periodista y traductor. Ha trabajado como corresponsal desde Berlín (2011-2014) y Moscú (2015-2017). Colaborador de varios medios de comunicación españoles e internacionales, generalmente con análisis de política exterior. Co-autor de La quinta Alemania (Icaria, 2013), su última traducción ha sido La yihad roja. Una estrategia revolucionaria para el mundo colonizado (Verso, 2023), junto con Antonio Airapetov.