Soberanía, autonomía e interdependencia: el eje reordenador del siglo XXI

Por Fernando Reyes Matta*

Tanto el impacto de la pandemia Covid-19 en el mundo con sus demandas de mascarillas, equipos sanitarios más sus impactos en lo económico/social, como las tendencias a crear bloques de seguridad y proteccionismos económicos y, más reciente, la guerra en Ucrania, han puesto sobre la mesa una pregunta central en el reordenamiento internacional: ¿qué vamos a entender por soberanía, autonomía e interdependencia en el mundo del siglo XXI, cuando la globalización como fue entendida queda atrás? En muchos sentidos, conocemos las visiones que desde Estados Unidos, del G7 y de la Unión Europea se van elaborando. Menos sabemos de cómo China busca respuesta a tales interrogantes. Avanzar en ello es el propósito de este texto.

Cuando el presidente Xi Jinping habló en abril 2022 en el Foro de Boao sobre seguridad y relaciones entre los países puso en el debate un principio reordenador: “buscamos una arquitectura de seguridad equilibrada, efectiva y sostenible, y no que cada uno busque su propia seguridad a costa de otros”.  Desde esta lógica, la construcción de la seguridad en las nuevas interrelaciones internacionales debe entenderse como el resultado de una tarea donde concurren todos los países y actores políticos y sociales pertinentes, en igualdad de respeto y afán de cooperación. Ese diálogo, en consecuencia, debe generar condiciones de equilibrio y permanencia de conceptos comunes de seguridad, lo cual impulse nuevas dinámicas en las formas de interdependencia en el siglo XXI.

La interdependencia es, por esencia, diálogo de intereses de cada país, a partir de lo cual cada uno se relaciona con los otros desde su soberanía. Y ello requiere respetos a los modelos de desarrollo diversos bajo los cuales cada país busca avanzar en sus metas de crecimiento. «Nosotros respetamos la soberanía y la integridad territorial de todos los países. Adherimos a la no interferencia en los asuntos internos de otros y respetamos igualmente el camino de desarrollo que cada uno elija para su país», dijo Xi durante su discurso. [1]

La experiencia de una globalización acelerada a partir del 2000, con un crecimiento en los intercambios comerciales nunca visto y una expansión de las cadenas de valor en los procesos productivos, gestó para algunos la tesis de una soberanía con menos solidez. En realidad, lo que pasó a ser evidente fue la reformulación del concepto de autonomía: los desarrollos económicos estuvieron marcados por fuertes experiencias transnacionales. Los Estados, en tanto concurrieron a diversos tratados internacionales y suscribieron principios multilaterales como los establecidos en la Organización Mundial de Comercio. A la vez se reconoció la existencia de desafíos donde la acción desde lo nacional se hace determinante para lo global: ejemplo, las acciones frente al cambio climático y los planes de cada cual en el marco del Acuerdo de París de 2015.

La crisis de 2008 puso en evidencia los efectos de una economía que, desde una crisis nacional con un derrumbe por los excesos financieros (colapso de Lehman Brothers) derivó en una crisis financiera de alcance mundial. Pero allí China fue un factor importante por el que Asia logró escapar de la crisis financiera mundial relativamente indemne. Hubo un enorme esfuerzo cuando los cuatro grandes bancos comerciales, junto con los bancos de desarrollo del gobierno, fueron particularmente agresivos al otorgar, durante el primer semestre de 2009, créditos equivalentes a 25% del producto interno bruto (PIB) de 2008. Yu Yongding, un exmiembro del Comité de Política Monetaria del Banco Popular de China, ha dicho que el punto de inflexión del crecimiento de China ocurrió en septiembre de 2008, después de la bancarrota de Lehman Brothers. Según él, en 2007, la tasa de crecimiento del PIB de China era del 13%. En 2008, después del fiasco de Lehman Brothers, el PIB cayó al 9% en el tercer trimestre y al 6,8% en el cuarto trimestre. En el primer trimestre de 2009, la tasa de crecimiento de China cayó aún más: al 6,1%. Pero el gobierno chino «actuó rápidamente», dice el profesor Yu, e introdujo un paquete de estímulo masivo que no solo ayudó a estabilizar y revivir la economía de China, sino que se convirtió en el salvavidas para el resto de Asia.[2]

En 2022 el renacer de la pandemia en China y el impacto en diversas ciudades, pero especialmente en Shanghai, determinó ahora en sentido inverso, efectos internacionales mayores a partir de las ineludibles medidas tomadas a nivel local. Debido a la propagación de la variante ómicron, Shanghái, con 25 millones de habitantes y un peso vital para la economía del país, debió vivir períodos de cuarentena dura, para contener la expansión del virus.  Pero como esta metrópolis no es solo un centro financiero global, sino también uno de los puertos de mercancías más importantes del comercio internacional, hubo repercusiones en distintas latitudes. En 2021 representó el 17% del tráfico de contenedores de China y el 27% de las exportaciones de China, y ha sido el puerto más grande del mundo durante los últimos 10 años. El atochamiento de barcos y de contenedores determinó preocupaciones, por ejemplo, en los países latinoamericanos. «Hay mucha preocupación de que las exportaciones se vean afectadas y del impacto inflacionario en el mundo, incluida América Latina, que es un gran socio comercial de China», dije Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico el banco de inversión Natixis.[3]

Al colocar estos dos ejemplos – el de 2008 y de 2022 – lo que deseamos ilustrar es como la realidad contemporánea convoca a distinguir tres conceptos desde los cuales las relaciones internacionales del siglo XXI tomarán forma:

  1. Soberanía. –  La base del concepto ha evolucionado en los últimos tres siglos, ligando el ejercicio del poder de la autoridad a su relación con la ciudadanía. En ese marco, un Estado soberano, según la legislación internacional, es una entidad jurídica representada por un gobierno centralizado que tiene soberanía sobre una determinada área geográfica. Las leyes internacionales definen a los Estados soberanos por cuatro condiciones fundamentales: poseer una población permanente, un territorio definido, un gobierno y la capacidad de establecer relaciones con otros Estados soberanos. Es el reconocimiento de otros Estados lo que otorga presencia e identidad política a un país en el escenario internacional.
  2. Autonomía. – En el marco de un mundo interconectado y de frecuentes procesos globales encadenados, la idea de la autonomía surge como la “capacidad para actuar de manera autónoma cuando y donde sea necesario, y con los socios pertinente siempre que sea posible”. La autonomía está ligada a la capacidad de decisión y ejecución, sin que ello genere sojuzgamientos o sanciones desde el exterior. En la Unión Europea el debate sobre la “autonomía estratégica” es muy actual, referido a los temas de la defensa (especialmente con la guerra en Ucrania), pero que ya de algunos años viene analizando otros ámbitos en lo tecnológico o lo social. “La autonomía estratégica se ha ampliado a nuevos ámbitos de naturaleza económica y tecnológica, como ha puesto de manifiesto la pandemia de COVID-19”, ha dicho Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores.[4]
  3. Interdependencia. – Como señaló Henry Kissinger en su libro “el Orden Mundial”, en 2014, el mundo vive una situación con tendencias al caos “junto a una interdependencia sin precedentes” entre países. Por una parte, la globalización de la economía mundial se ha sustentado en un ejercicio de intercambios comerciales y productivos nunca antes visto. Y eso persiste como tendencia, a pesar de las nuevas confrontaciones como las que Washington ha impulsado frente a Beijing: el comercio entre ambas partes creció un 28,7%. [5] Otro ejemplo: la relación comercial entre Chile y China tiene como principal producto de intercambio el cobre: es la vinculación entre el principal productor de cobre del mundo con el principal consumidor de ese metal en el planeta. La relación de China con Ucrania respecto de la adquisición de trigo fue otro ejemplo de interdependencia positiva, antes del conflicto en ese país europeo.

En los últimos años la vigencia plena y de mutuo respeto en estos tres ámbitos se ha visto perturbada. Ahí están las medidas tomadas por Estados Unidos respecto de la venta de chips a China. En septiembre de 2020 las acciones de Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC) de China cayeron en más de una quinta parte tras anunciarse la aplicación de sanciones estadounidenses contra el fabricante de chips, provocando una pérdida de US $ 4 mil millones de su valor de mercado.  Tal medida, impulsada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, siguió la misma pauta de aquellas impuestas por Estados Unidos a Huawei Technologies, que prohíben a las empresas norteamericanas vender productos y tecnología al fabricante chino de teléfonos inteligentes. SMIC se ubicaba detrás de su rival Taiwan Semiconductor Manufacturing Co Ltd en volumen de producción, y al igual que ésta última dependía de una serie de empresas con sede en EE. UU., como Applied Materials, para obtener equipos de producción clave. [6]

Sin embargo, los avances de China en el sector tecnológico son crecientes. En agosto 2021 se informó que China ha superado a Estados Unidos y se coloca como primera potencia mundial del desarrollo del principal motor tecnológico del planeta, la clave del desarrollo industrial y social en este siglo y los que vienen: la inteligencia artificial. Y no lo dijo el gobierno chino sino la Universidad de Stanford. Un informe de esta entidad académica de alto prestigio señaló que, en 2020, el 20,7% del total de citas académicas sobre inteligencia artificial fueron sobre investigaciones chinas contra el 19,8% de científicos estadounidenses.[7] Esta realidad se inscribe en las afirmaciones del encuentro Obama/Xi Jinping de junio 2013: en algunas áreas vamos a cooperar, en otras a competir. Pero ello se entendía en una relación de interdependencia de respeto mutuo y donde lo comercial y la inversión eran una cosa, mientras lo estratégico militar tenía sus cauces propios. Tras el gobierno de Trump ello cambio y las propuestas del presidente Biden han seguido la misma perspectiva, de creación de bloques y de confrontaciones estratégicas de su antecesor.

Una expresión concreta de ello es lo dicho por la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en una conferencia a mediados de abril 2022 en Washington: «Debemos modernizar nuestras instituciones existentes -el FMI y los bancos multilaterales de desarrollo- para que sean adoptadas en el siglo 21, en donde los desafíos y los riesgos son cada vez más mundiales». Una afirmación que podría encontrar amplios consensos. Pero los parámetros de esa modernización – con unos dentro y otros no, ajeno a lo que surgió en 1944 en Bretton Woods – señalan un retroceso y una opción por construir bloques de confrontación. El diario británico Finantial Times lo señaló así:

En el futuro, la política comercial de EEUU ya no consistirá en dejar a los mercados a su suerte, sino que defenderá ciertos principios, desde la soberanía nacional y el orden basado en normas hasta la seguridad y los derechos laborales.  Según ella, el objetivo de Estados Unidos debe ser no solo «un comercio libre, sino también seguro». No se debe permitir que los países utilicen su «posición de mercado en materias primas, tecnologías o productos clave para tener el poder de perturbar nuestra economía o ejercer una influencia geopolítica no deseada».  Eso fue una clara alusión a la petropolítica rusa, pero también podría referirse a la fabricación de chips en Taiwán o al acaparamiento de minerales de tierras raras en China o, durante la pandemia, los equipos de protección personal… Estados Unidos favorecería ahora el “friend-shoring de las cadenas de suministro para un gran número de países de confianza» que comparten «un conjunto de normas y valores sobre la manera de operar en la economía global».  También trataría de crear alianzas basadas en principios en áreas como los servicios digitales y la regulación de la tecnología, similar al acuerdo fiscal global del año pasado (que ella encabezó).[8]

Estos planteamientos no coinciden con las posiciones de China y sus principios de política internacional. El propio presidente Xi lo señaló en aquella ocasión ante el Foro de Boao, donde dijo que China se mantiene «comprometida con los principios de la Carta de Naciones Unidas» y se opone a «mentalidades propias de la guerra fría, al unilateralismo y a la confrontación de bloques». La crisis en Ucrania, derivada de la acción militar de Rusia en ese país, demostró  que China se movería con autonomía y desde una política de principios frente al devenir internacional, como también en las decisiones que vengan al término de esa crisis.

Al mismo tiempo, casi sin mayor cobertura en medios occidentales, tuvo lugar en marzo 2022 la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de la Cooperación Islámica, con la presencia de los representantes de sus 57 países miembros. Allí concurrió, como invitado especial, el Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, en un encuentro inaugurado por el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres.  La conferencia reafirmó la lucha contra la islamofobia y debatió estrategias para contrarrestar los efectos del cambio climático, la desigualdad en la distribución de las vacunas y la erosión del progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Tras esa cita internacional, el Ministro Wang Yi, se dirigió a Nueva Delhi para un encuentro con su homólogo, Subrahmanyam Jaishankar. Más allá de las diferencias por cuestiones fronterizas y un diálogo que no tenía lugar desde más de dos años, ambos coincidieron en promover un orden multipolar en el mundo. Tanto India como China, por determinantes diversas, se abstuvieron en el voto presentado en el Consejo de Seguridad tras la entrada de las tropas rusas a Ucrania, al igual que lo hicieron en la resolución de la Asamblea General. Desde Washington la Secretaria del Tesoro, amenazó con acciones futuras a aquellos que no votaron la condena promovida por su gobierno.

En los tiempos de post pandemia y de las derivaciones que surjan tras el fin del conflicto en Ucrania, persistirá la tensión actual impulsada por Estados Unidos frente a China. ¿Es posible otro escenario? Según Kishore Mahbubani, funcionario de Singapur, diplomático de carrera y académico de alto respeto internacional, Estados Unidos debe acercarse a China con humildad y con respeto a su historia más larga a pesar de los obstáculos y dificultades actuales. «China no está amenazando a Estados Unidos. China no está organizando una invasión militar de Estados Unidos. China no está enviando tropas a la frontera de Estados Unidos o barcos navales cerca de Estados Unidos», dijo  Mahbubani, en un artículo publicado en línea por Newsweek. «China ha existido durante 5.000 años. Estados Unidos ha existido durante 250 años. Y no es sorprendente que un joven como Estados Unidos tenga dificultades para lidiar con una civilización más sabia y antigua», dijo Mahbubani, quien se desempeñó como diplomático para Singapur durante 33 años. [9]

La mirada de China sobre el futuro de sus relaciones con Estados Unidos y el trabajo común en el escenario global, se expresó claramente en el discurso del Ministro Wang Yi, con motivo del en la conferencia conmemorativa del 50º aniversario de la emisión del Comunicado de Shanghái. Dada las circunstancias internacionales tras el cruce de la frontera de Ucrania por las tropas rusas, aquel acto y ese discurso del 28 de febrero 2022, no tuvo la atención adecuada en los medios de prensa de Estados Unidos y otros países de occidente. Allí se recordaba el enorme impacto internacional que medio siglo antes había tenido el Comunicado emitido al culminar la visita de Richard Nixon a China y sus conversaciones con Mao Tse-tung, el cual trajo un cambio sustancial en las relaciones entre Estados Unidos y China.

En la ceremonia conmemorativa se remarcaron principios a mantener vigentes: “El Comunicado de Shanghái destaca que todos los países, independientemente de sus sistemas sociales, deben acatar seriamente los principios de respeto por la soberanía e integridad territorial de todos los Estados, no agresión contra otros Estados, no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica”. A su vez, tras recordar el compromiso mutuo con el principio de “una sola China” en el tratamiento del tema Taiwan, el ministro Wang Yi, remarcó lo que el país asiático espera de la relación mutua:

China y Estados Unidos son dos países con enormes diferencias en términos de sistema social, históricos y culturales, entre otros diversos aspectos. Las dos partes deben enfocar las relaciones bilaterales con una visión más amplia y una actitud más inclusiva, adherirse al diálogo y no la confrontación, buscar la cooperación y no el conflicto, defender la apertura y no el encerramiento, así como practicar la integración y no la desvinculación. China respeta el sistema social de Estados Unidos, nunca apuesta a que Estados Unidos pierda, y espera que Estados Unidos mantenga la apertura y la autoconfianza y continúe desarrollándose y progresando. Estados Unidos, por su parte, también debe respetar el camino de desarrollo de China, recibir con agrado a una China pacífica, estable y próspera, descartar el mito del juego de suma cero, dejar de lado la obsesión por contener a China, romper los grilletes de la llamada “corrección política”, y realmente considerar a China como un socio en el proceso de desarrollo, en lugar de como un enemigo en el juego de poder.[10]

Tras destacar las oportunidades de un incremento en los campos productivos, en las inversiones y el comercio mutuo, el Canciller chino subrayó que a ambos países hoy les cabe cumplir con las responsabilidades de su dimensión e influencia y “brindar más bienes públicos al mundo”. Y luego dejó explícita referencia a como les cabe actuar a ambos países en el ámbito del Asia-Pacífico. Junto con convocar a la cooperación, el alto representante chino rechazó la política de bloques o segmentaciones impulsada por el Gobierno norteamericano en esta zona. Por ello es un texto muy explícito de la posición de China frente a recientes propuestas de bloque impulsadas por Estados Unidos, como el QUAD (Estados Unidos, India, Australia y Japón) o el pacto denominado AUKUS por el cual Estados Unidos, Australia y Reino Unido concurren a un acuerdo de seguridad, para compartir tecnologías avanzadas, que incluye el apoyo al desarrollo de submarinos nucleares por parte de los australianos, como parte de las medidas para contrarrestar a China en el Indo-Pacífico. Señaló el Canciller Wang Yi:

En el Comunicado de Shanghái, China y Estados Unidos declararon conjuntamente que “ninguno debe buscar la hegemonía en la región Asia-Pacífico”. China nunca ha buscado ni buscará ninguna hegemonía, y Estados Unidos debe hacer lo mismo. La región Asia-Pacífico debe ser un campo de demostración para que las dos partes construyan la confianza mutua y la cooperación, y no un patio trasero para que una parte busque la esfera de influencia; mucho menos puede ser un campo de batalla destinado al antagonismo y la confrontación entre los dos países. A Estados Unidos le incumbe dejar de participar en el antagonismo entre bloques y formar pequeños círculos excluyentes en esta región, y trabajar con China y otros países de la región para crear conjuntamente una gran familia de Asia-Pacífico marcada por la apertura y la inclusión, la innovación y el crecimiento, la interconectividad, y la cooperación en pro de la ganancia compartida.

En ese discurso se refleja de manera nítida la visión que China tiene respecto de los tres conceptos aquí presentados: soberanía (una sola China); autonomía (la vigencia de modelos de desarrollo distintos, con respeto mutuo); interdependencia (cooperación y desarrollos compartidos para lograr más innovación y crecimiento). Detrás de tal perspectiva están los conceptos de armonía confuciana y, más aún, la elaboración filosófica que ha llevado a rescatar la trascendencia contemporánea del milenario concepto chino de Tianxia (“lo que hay bajo el cielo”). Se trata de aquella propuesta de entendimiento político que hace 3.000 años surge bajo la dinastía Zhou, dando un ordenamiento aceptado por todas las tribus (ese es “el mundo” para entonces), en la cual cada una mantiene sus identidades, pero a la vez inscriben su existencia y desarrollo en los ritos y normas aceptados por todas las partes. Siendo el de los Zhou un estado pequeño en comparación con los otros, su fuerza estuvo en generar un concepto donde cada cual encontrara su espacio en el conjunto y viera que sus intereses se beneficiaban de aquello: la clave estuvo en “concebir un sistema basado en la cooperación general que fuera reconocido a largo plazo por todos los Estados”.[11] Desde Occidente parece necesario estudiar mucho más lo que constituyen los fundamentos filosóficos desde los cuales la China contemporánea busca construir su relación con el mundo, cuando este país emerge como potencia con responsabilidad global.


[1] https://www.dw.com/es/xi-jinping-propone-mecanismo-de-seguridad-para-el-mundo/a-61530452

[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-45512945

[3] https://www.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/podcast-caos-maritimo-shanghai-empeora-guerra-ucrania-golpea-pekin/2864963/

[4] https://www.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/podcast-caos-maritimo-shanghai-empeora-guerra-ucrania-golpea-pekin/2864963/

[5] El intercambio comercial entre China y Estados Unidos alcanzó los 755.645 millones de dólares en 2021, según la Administración General de Aduanas del país asiático. Las exportaciones de China a Estados Unidos aumentaron un 27,5 por ciento en términos anuales al situarse en 576.114 millones de dólares, mientras que los envíos del país norteamericano al mercado chino crecieron un 32,7 por ciento al sumar 179.530 millones.

[6] https://www.americaeconomia.com/economia-y-negocios-informatica/fabricante-de-chips-smic-afectada-por-sanciones-de-eeuu

[7] https://www.elconfidencial.com/tecnologia/novaceno/2021-08-12/china-eeuu-inteligencia-artificial_3227780/

[8] https://eltiempolatino.com/2022/04/19/opinion/es-hora-de-un-nuevo-bretton-woods/

[9] https://www.lampadia.com/opiniones/kishore-mahbubani/estados-unidos-debe-acercarse-a-china-con-humildad/

[10] https://www.fmprc.gov.cn/esp/wjdt/wshd/202203/t20220301_10646621.html

[11] Zhao Tingyang, “Tianxia: una filosofía para la gobernanza global”.  Editorial.Barcelona.2021

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*Director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre China, Universidad Andrés Bello. Chile.