Editorial – Diario Red
El ascenso de los yihadistas al poder en Siria anticipó nuevos grados de violencia en el país. Medios y líderes del esquema otanista blanquearon entonces a las nuevas autoridades
La caída del gobierno de Al-Asad en Siria tras el avance yihadista de Hayat Tharir al-Sham no podía, de ninguna forma, poner fin a la laberíntica crisis siria. Aunque los líderes de la OTAN y sus principales altavoces mediáticos lo sabían, apostaron por blanquear al líder de yihadista Golani y a su nuevo gobierno. El consenso era que lo más importante (lo único importante, de hecho) era poner fin al gobierno baazista de Al-Asad y que todo lo demás, como la tendencia yihadista de las nuevas élites, era “secundario”.
Apenas han pasado tres meses y las consecuencias de esta postura ya son evidentes. Buena parte de las minorías étnicas en Siria temían a las nuevas autoridades de Damasco… y, ciertamente, tenían motivos de peso para hacerlo. Aunque, de cara al exterior, Golani mostró un perfil de yihadsta “moderado” (sic!) que buena parte del ecosistema mediático otanista reprodujo, a la interna era evidente que las lógicas iban a ir en otra dirección.
En cualquier caso, recuérdese que todo, incluso aupar al poder a una organización yihadista, considerada terrorista por el propio Estados Unidos, era legítimo con tal de hacer valer los intereses estratégicos de la OTAN en suelo sirio. Convéngase, no obstante, que no es necesario mucho maquillaje para “engañar” a la OTAN: basta con dejarles claro que no vas a tocar sus intereses… algo que, efectivamente, hizo Golani. La caída de Al-Asad aseguraba la presencia estadounidense y constituía una estacada contra Irán, así que pudieron hacer la “vista gorda”, con el inconmensurable apoyo de unos medios replicantes de la propaganda.
La duda fundamental es si aquella vista gorda se sostendrá en adelante, a pesar de las evidencias de que la “moderación” de las nuevas autoridades yihadistas en el país era mera fachada. Es difícil, aún así, reconocer públicamente que celebraste el acceso al poder de una banda de yihadistas violentos. En su día, en medios como Diario Red advertimos de que, más pronto que tarde, algunos deberían dar explicaciones sobre su alegría con el “proceso” sirio.
Tartús y Lataquia, dos regiones costeras donde se concentra buena parte de la presencia de alauitas en Siria, han sido el escenario más crudo del nuevo paradigma. Desde la caída del gobierno de Al-Asad y el ascenso de los yihadistas, la minoría étnica alauita ha afrontado la realidad de unas nuevas autoridades que les desprecian. Persecución, secuestros y ejecuciones sumarias llevadas a cabo por bandas de yihadistas que encuentran en el nuevo gobierno de Golani un marco mucho más favorable para extender su terror en la región.
El pico de violencia de los últimos días es estremecedor. Tras el envío de tropas y reclutas a la zona por parte del gobierno yihadista sirio, la escalada ha sido brutal. Al momento de redactar estas líneas, la cifra supera los setecientos civiles alauitas asesinados indiscriminadamente por el yihadismo en la costa de Siria. La bestialidad del gobierno sirio ha generado mayores grados de resistencia y, previsiblemente, desembocará en nuevas crisis en el norte, con los kurdos, y en el sur, con los drusos.
Pero que no miren para otro lado quienes lavaron la cara de las bestias que llegaron al gobierno de Siria tras el derrocamiento de Al-Asad. La realidad siempre fue que los intereses estratégicos de Estados Unidos, que entraban en conflicto con los iraníes (y otros, como los rusos) en Siria, fueron puestos como máxima prioridad a la hora de reaccionar al éxito de la avanzada yihadista de la banda de al Golani. Y que los medios que, con aparente desazón, contarán en adelante las barbaridades del gobierno sirio, deberían reconocer el papel que jugaron en el blanqueamiento público de Hayat Tahrir al-Sham.
El papel de buena parte del ecosistema mediático en Siria fue, sencillamente, deleznable. También lo fue la posición del gobierno de España, que ejecutó en aquel momento uno de los más grandes horrores de su política exterior. Albares habló de los “pasos positivos” que, según él, estaban dando los yihadistas, así como del “diálogo” que podía tenerse perfectamente con las nuevas autoridades de HTS. Sí, el mismo gobierno que ha negado durante tres años cualquier tipo de diplomacia con Rusia para poner fin a la guerra en Ucrania, pero que alegó sentirse perfectamente cómodo negociando con Golani.
En fin, algunos de los titulares de aquel diciembre de 2024 hielan la sangre. La “primavera” de Siria llegó en invierno, titulaban en El País. “Primavera” para quién, deberían preguntarse; infoLibre bajaba la siguiente línea: El fin de una tiranía sangrienta: por qué Al Assad se quedó solo y cómo puede Siria reconstruirse. Cuesta no echarse las manos a la cabeza observando la bestial violencia del yihadismo del “nuevo oficialismo” en Tartús y Lataquia; El yihadista pragmático que se alzó contra el régimen, se atrevía a plantear El Correo. Nosotras nos hacíamos en aquel momento una pregunta muy sencilla que repetimos hoy: ¿qué demonios celebraban?
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