“Safaris de la Muerte”: Cuando la Impunidad se Compra para Matar a Humanos

Por Agustín Millán* – Diario Sabemos

La investigación en Italia sobre los disparos a civiles en Sarajevo interpela como país y como democracia: memoria, justicia y reparación.

En pleno 2025, Europa vuelve a mirarse a un espejo que prefería evitar. La Fiscalía de Milán ha abierto diligencias por los llamados “safaris humanos” durante el asedio de Sarajevo: viajes presuntamente organizados, pagados con sumas astronómicas, para que personas adineradas dispararan contra civiles indefensos. Hombres, mujeres, niñas y niños convertidos en dianas desde las colinas que cercaban la ciudad. Este no es un asunto remoto ni una excentricidad morbosa del pasado: es una herida abierta de la que brotan preguntas sobre quiénes somos, qué toleramos y a quién protegemos.

Si se comprueba que ciudadanos europeos viajaron a “cazar” personas en una guerra, estamos ante crímenes que no prescriben moralmente y que, además, no deberían prescribir penalmente cuando concurren motivos abyectos y crueldad. La justicia italiana tiene ahora una oportunidad —y una obligación— de empujar esa puerta. El resto de instituciones europeas, incluida España, deben acompañar.

La dignidad

A veces, cuando hablamos de conflictos lejanos, la conversación se vuelve abstracta. No lo es. Sarajevo fue el asedio más largo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La llamada “avenida de los francotiradores” no es un recuerdo literario: para la población significó correr cada día para cruzar una calle sin saber si habría un disparo esperándoles. Si alguien vino de fin de semana a pagar por disparar, no hablamos de “turismo de guerra”: hablamos de homicidios, de terror planificado, de dinero convertido en impunidad.

Esto afecta a tres pilares:

1. La memoria y la verdad. Sin nombres, sin archivos, sin testimonios protegidos, lo indecible se hace leyenda urbana. Y las leyendas se diluyen; los crímenes, no.

2. La justicia efectiva. La impunidad alimenta imitaciones. La privatización del horror —pagar por matar— es una puerta que, si no se cierra con sentencias, tiende a reabrirse bajo nuevas formas.

3. La seguridad democrática. Normalizar que “gente respetable” cruce fronteras para ejercer violencia extrema erosiona el suelo cívico sobre el que caminamos

Italia vuelve la vista hacia uno de los capítulos más crudos de la guerra de Bosnia. Tres décadas después del asedio de Sarajevo, la Fiscalía de Milán ha decidido abrir una investigación que ya ha sacudido a la opinión pública. El motivo: denuncias que apuntan a que ciudadanos italianos, junto a personas de otros países, habrían pagado grandes sumas de dinero para viajar a las colinas que rodeaban Sarajevo y disparar contra civiles atrapados en la ciudad sitiada.

Lo que hasta hace unos años se consideraba un rumor casi imposible de verificar ha ido tomando cuerpo gracias a nuevos testimonios, documentos y el impulso de periodistas y antiguos responsables bosnios de inteligencia. Ahora, por primera vez, la justicia italiana examina si ese horror pudo existir realmente.

Una acusación que reabre heridas

La investigación nace de una denuncia presentada por el escritor y periodista Ezio Gavazzeni, un autor especializado en terrorismo y mafia que lleva años recogiendo información sobre estos supuestos “safaris humanos”. Según su reconstrucción, empresarios con alto poder adquisitivo y aficionados a las armas habrían viajado desde Italia —principalmente desde ciudades del norte como Trieste, Milán o Turín— para participar de forma clandestina en operaciones de francotiradores serbobosnios.

El objetivo no era militar, ni político. Era, simplemente, disparar a civiles. Gavazzeni describe una “caza humana” en la que personas sin escrúpulos pagaban cantidades que hoy rondarían entre 80.000 y 100.000 euros para ponerse tras un rifle de precisión y participar en los ataques que, a diario, sembraban el terror en Sarajevo.

Según estas denuncias, existía incluso una especie de “tarifario del horror”: los niños eran las víctimas “más caras”, seguidos de hombres en edad de combatir, mientras que mujeres y ancianos —por la percepción de que no ofrecían “riesgo”— se consideraban “objetivos fáciles”, incluso sin coste adicional.

Sarajevo, una ciudad atrapada

Entre 1992 y 1996, Sarajevo vivió uno de los asedios más prolongados y brutales de la historia contemporánea. Las milicias serbobosnias rodearon la ciudad y atacaron a la población civil mediante bombardeos constantes y disparos desde las colinas. Más de 11.000 personas murieron durante aquellos cuatro años, entre ellas más de 1.500 niños.

La llamada “avenida de los francotiradores” se convirtió en un símbolo del terror: una arteria ancha y expuesta que los habitantes de Sarajevo se veían obligados a cruzar. Cualquier desplazamiento cotidiano —ir a por agua, buscar comida, acudir a un hospital— podía convertirse en una carrera desesperada bajo la mira de un rifle.

Quienes cubrieron la guerra recuerdan aquellos días como un infierno continuo. Muchos periodistas han contado cómo los disparos les acompañaban desde el amanecer hasta la noche. Los civiles, para sobrevivir, improvisaban rutas, corrían entre coches abandonados o autobuses atravesados en las avenidas para tapar la línea de tiro.

Este era el escenario en el que, según las acusaciones, algunos turistas armados habrían querido participar como si fuese un espectáculo bélico contratado.

Testimonios y documentos que activan la justicia italiana

La denuncia presentada en Milán incluye el testimonio de un antiguo oficial de inteligencia bosnio que, durante la guerra, tuvo conocimiento de la presencia de extranjeros participando en estos supuestos “safaris”. Según su relato, a finales de 1993 las autoridades bosnias informaron al servicio secreto militar italiano —entonces conocido como SISMI— de la existencia de al menos cinco ciudadanos italianos en las colinas alrededor de Sarajevo.

La respuesta, asegura este testigo, llegó meses después: el SISMI reconoció que había identificado vuelos desde Trieste utilizados por estos viajeros y que “se había puesto fin” a esos desplazamientos. Ese detalle, de ser confirmado, implicaría que Italia conocía estas prácticas hace más de treinta años.

A la denuncia se han añadido también aportaciones de la exalcaldesa de Sarajevo, documentos de antiguos procesos sobre crímenes de guerra y referencias a testimonios recogidos durante la posguerra. Entre ellos, destaca el relato de un bombero estadounidense que prestó servicio como voluntario y describió haber visto “tiradores no militares”, vestidos con ropa de caza y portando armas poco habituales en el conflicto.

Rumores que nunca desaparecieron

Durante décadas circularon historias difíciles de verificar sobre la presencia de extranjeros que, atraídos por la violencia, viajaban a Sarajevo para “probar” la experiencia de matar en una zona de guerra. Algunos reportajes de mediados de los noventa ya mencionaban estos supuestos turistas macabros, aunque sin pruebas claras.

Documentales recientes reforzaron la sospecha al entrevistar a supervivientes y antiguos combatientes que afirmaban haber visto a personas que no encajaban con el perfil de militares serbobosnios. El documental “Sarajevo Safari”, dirigido por el esloveno Miran Zupanic, fue especialmente importante para reactivar el debate. Aunque no identificó nombres, sí ofreció relatos detallados sobre extranjeros que pagaban para utilizar rifles de larga distancia.

La dimensión ética y política

La investigación abierta ahora en Italia tiene una particularidad: los delitos atribuidos —homicidio con agravantes de crueldad y motivos abyectos— no prescriben. Esto significa que, aunque hayan pasado más de treinta años, cualquier persona implicada podría ser juzgada.

La cuestión también abre un debate incómodo: ¿hasta qué punto conocieron estas actividades las autoridades de la época? ¿Hubo encubrimiento? ¿Se archivaron deliberadamente informaciones para evitar escándalos diplomáticos?

Además, plantea una reflexión sobre la capacidad de los conflictos armados para atraer a individuos que buscan violencia extrema como forma de ocio o afirmación personal. La guerra de Bosnia no solo fue un conflicto regional: también se convirtió, para algunos, en un terreno donde experimentar la crueldad pura.

Un proceso que apenas empieza

La Fiscalía de Milán ha identificado ya a varios posibles testigos y prepara nuevas citaciones. Los investigadores trabajan con antiguos documentos de inteligencia, declaraciones recogidas durante la posguerra y testimonios de supervivientes.

Aunque todavía no se ha hecho pública la identidad de ningún posible implicado, la cifra que se baraja —hasta un centenar de personas— sugiere que el fenómeno pudo haber sido más amplio de lo que se creía.

Para Sarajevo, que todavía arrastra las cicatrices físicas y emocionales del asedio, esta investigación representa una oportunidad de verdad tardía. Para Italia, un examen moral y judicial que puede revelar una faceta desconocida y profundamente perturbadora de algunos de sus ciudadanos.

*Agustín Millán, foto periodista especializado en manifestaciones y actos sindicales. Desde 2011 fotografiando la crisis más dura de la historia moderna. Responsable de redes sociales de la Cumbre Social España. Fotógrafo con 5 campañas electorales entre ellas la de Manuela Carmena y la de Enrique Santiago en IU Madrid.