Elecciones en los Estados Unidos, responsabilidad global. El futuro es de todos.

Por Federico Mayor Zaragoza*

Próximamente serán las elecciones en los Estados Unidos. Es mucho lo que está en juego no sólo para ese país sino para la gobernanza mundial y el futuro global en aspectos tan esenciales como la paz,  el cambio climático, solidaridad internacional… No hay que olvidar que cuando Donald Trump fue elegido Presidente de los Estados nidos en 2016 inmediatamente anunció que no pondría en práctica los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático ni la Agenda 2030 “para transformar el mundo” lo que constituyó una amenaza intolerable para la calidad de la habitabilidad de la Tierra y, por tanto, para el legado intergeneracional…

Vivimos tiempos que requieren, por la potencial irreversibilidad de muchos procesos sociales y medioambientales, acciones rápidas e imaginativas. Es inaplazable un rápido viraje para no defraudar a las generaciones que llegan a un paso de la nuestra. 

Los EE.UU. deben convertirse ahora en líderes del respeto y ejercicio pleno de los Derechos Humanos, de los principios democráticos y del multilateralismo. Al final de la Segunda Guerra Mundial, vencidos -¡a qué precio!- el nazismo y el fascismo, el Presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt no sólo creó las Naciones Unidas con un excelente diseño multilateral democrático, sino que designó la Comisión que, presidida por su mujer Eleonora, redactó lúcidamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El país que en 1948 fue abanderado, por la propia viuda del Presidente Roosevelt, para la redacción, difusión y adopción por la Naciones Unidas de la Declaración Universal, no puede seguir ahora la política que tanto propició el Presidente Reagan y que el poderosísimo Partido Republicano ha continuado y fomentado desde entonces: alejamiento del Sistema de las Naciones Unidas, con imposición de grupos plutocráticos (G7, G8… G20); minusvaloración de los Derechos Humanos; y no formar parte de los países promotores y signatarios de instituciones de la justicia internacional, como el Tribunal Penal Internacional… 

Deber de memoria para recordar que el desastre político de la Segunda Guerra Mundial se debe a que el Partido Republicano de los Estados Unidos evitó que ¡el gran país, cuyo Presidente creaba la Sociedad de Naciones decidiera no pertenecer a la misma!

Deber de memoria, de la valiente proclama del Presidente Eisenhower al pasar el poder presidencial en los Estados Unidos el 20 de enero del año 1961 cuando comunicó a su sucesor John Fitzgerald Kennedy y al pueblo norteamericano que el poder no se hallaba en manos del Presidente, sino del complejo bélico industrial de los Estados Unidos

Es muy preocupante la progresiva disminución de la participación electoral, que pone de manifiesto la desafección ciudadana y la fragilidad de democracias cuyos gobiernos y representaciones parlamentarias tienen tan escaso respaldo popular.

Una gran mayoría ciudadana, consciente, pero silenciosa, ve cómo se producen situaciones preelectorales que podrían conducir al triunfo de una gobernanza plutocrática y supremacista que, una vez más, impediría que fueran “Nosotros los pueblos”, los que, como establece la lúcida primera frase de la Carta de las Naciones Unidas, “deben evitar a las generaciones venideras, el horror de la guerra”… 

Es necesario un llamamiento global  de las grandes instituciones, de los países de todo el mundo, sin matices,   para facilitar el  advenimiento del multilateralismo  democrático a escala global. , eliminando la actual gobernanza plutocrática y supremacista. Hoy, después de 78 años, nunca ha podido aplicarse la sabia Carta de las Naciones Unidas y, en los últimos años, el agravio que representa para la democracia mundial el veto,  se ha extendido también a la Unión Europea, que requiere como requisito en la adopción de decisiones, la unanimidad, antítesis, precisamente, de la democracia.

Ante la posibilidad de que se apliquen las mismas pautas antidemocráticas en las próximas elecciones, la mejor solución sería que el mundo clamara en favor de la eliminación del veto y con la progresiva puesta en práctica de una gobernanza mundial basada en la palabra y no en la fuerza. 

Deber de memoria de la reunión que mantuvieron el Presidente Reagan y el flamante Presidente ruso Mikhail Gorbachev en Reikiavik en el mes de octubre del año 1986, en la cual Gorbachev   (se propuso al norteamericano la eliminación total de cifraban en aquel momento 17 mil ojivas por cada una de las dos potencias). Al llegar a las 6000 por cada país, el Presidente Reagan adujo que por razones de “seguridad global”, no podía seguir la eliminación total que se había propuesto. No sólo es lamentable recordar aquellas fechas por este motivo, sino porque el Presidente Reagan crea a continuación el G6, lamentable precursor de la actual gobernanza. Al término de la “guerra fría”, en la década de los 80, cuando por fin era posible conferir al multilateralismo la amplitud, altura y eficacia necesarias, dotándolas de los recursos personales, de seguridad, técnicos y financieros adecuados, el Presidente Reagan, con la Primera Ministra Margaret Tatcher como acólito obediente, se marchó de la UNESCO y creó los grupos plutocráticos (G6, G7, G8…) integrados por países muy prósperos, para marginar a las Naciones Unidas, no suscribiendo la Convención de los Derechos Humanos de la Infancia en 1989 –es el único país del mundo que no lo ha suscrito-, situando a la Organización Mundial del Comercio directamente fuera del Sistema… Y el neoliberalismo ha ido disminuyendo, hasta anular la ayuda al desarrollo, con lo que se incrementa el número de emigrantes porque en sus países de origen se mueren de hambre. Es un hecho inadmisible, desde todos los puntos de vista, que cada día se inviertan en gastos militares y armamento más de 4.000 millones de dólares al tiempo que mueren de inanición y desamparo miles de personas, la  mayoría niños y niñas de 1 a 5 años de edad.

Deber de memoria de que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos tiene una mayoría de jueces “Trumpistas”, lo que constituye una realidad de acción antidemocrática de una enorme trascendencia. La imparcialidad de los jueces debe ser algo que vuelva a ser absolutamente indiscutible. La representación de un juez son las de los platillos de balanza al mismo nivel. No puede haber jueces “progresistas”, “conservadores”… Esto es una de las primeras decisiones que deben adoptarse a escala mundial: la imparcialidad de la justicia.

Ha llegado el momento inaplazable de “Nosotros los pueblos”. Debemos proclamar la puesta en práctica de la Carta de las Naciones Unidas, sin veto, porque debemos constatar —deber de memoria— que nunca ha sido posible poner en práctica la Carta debido al veto otorgado a los cinco países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Durante siglos ha prevalecido el terrible “dictum” del poder absoluto masculino: “Sí vis pacem para bellum”… Ahora, por fin, ya reconocemos la igual dignidad de todos los seres humanos que, además, pueden expresarse libremente. ¡Ahora, por fin, ya podemos, voces y manos unidas a escala mundial, hacer posible la transición de “bellum” a “verbum”, de la guerra a la palabra!

Es apremiante corregir la enorme incongruencia de que los Estados Unidos  sea el primero en fuerza y el último en cuestiones fundamentales para la Humanidad.

Ha llegado el momento impostergable del multilateralismo democrático a escala mundial, empezando por un país de especialísimo relieve, los Estados Unidos de Norteamérica, cuyas elecciones tienen lugar en los próximos días. Es el momento inaplazable de la palabra, de la democracia, de la paz, de la igualdad, de la solidaridad, del reconocimiento pleno de la igual dignidad. Por fin, “Nosotros los pueblos”.

Artículo enviado por el autor a Other News

*Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.