Por Adam Fabry* – Jacobin
Las elecciones en Suecia arrojaron como principales ganadores a los Demócratas de Suecia. Con orígenes explícitamente racistas y neonazis, renovaron su imagen y ahora se presentan como un «respetable» partido antinmigrante, euroescéptico y nacionalista.
El pasado domingo 11 de septiembre los votantes suecos acudieron a las urnas. En una situación casi empatada, el bloque de derecha compuesto por el partido de los Moderados, el partido Demócrata Cristiano, los Liberales y el partido de extrema derecha, los Demócratas de Suecia, derrotaron por poco a la coalición de centroizquierda de Socialdemócratas, Verdes, el Partido del Centro y el Partido de Izquierda.
Luego de la confirmación de las votaciones finales el miércoles pasado, la coalición de derecha obtuvo 176 mandatos frente a los 173 que obtuvo la centroizquierda. El líder de los Moderados, Ulf Kristersson, se declaró ganador de las elecciones e inició conversaciones con los demás partidos de derecha para la formación de un nuevo gobierno.
Ganadores y perdedores
Los principales ganadores de las elecciones fueron los Demócratas de Suecia, de extrema derecha, que quedaron en segundo lugar con el 20,5% de los votos, una mejora del 3% en comparación con las elecciones de 2018. El partido se formó en 1988 a partir del movimiento «Mantener Suecia para los Suecos» (Bevara Sverige Svenskt, BSS) e incluía grupos explícitamente racistas y neonazis, como el Partido Nacional Nórdico y el Grupo de Acción Nacional. En la década de 1990 se distanció gradualmente del neonazismo y las acciones callejeras violentas, presentándose como un partido «respetable» antinmigrante, euroescéptico y nacionalista (una estrategia similar a la elegida por otras fuerzas de extrema derecha de la región, como la extrema derecha francesa de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen o el Partido de la Libertad de Austria).
El cambio de imagen y estrategia parece haber dado sus frutos. El partido logró su primer avance electoral a nivel nacional en las elecciones de 2010, cuando obtuvo el 5,7% de los votos y 20 diputados en el parlamento sueco. Cuatro años más tarde, duplicó su caudal (12,9%) y obtuvo 49 diputados, convirtiéndose en el tercer partido más grande en el parlamento. Además de su creciente influencia en la política nacional, los Demócratas de Suecia también han gobernado varios municipios del sur del país, la base tradicional de la extrema derecha. Y con el 15,3% de los votos en las elecciones europeas de 2019 cuentan, además, con tres diputados en el parlamento europeo.
Si los Demócratas de Suecia fueron los principales ganadores de las elecciones, hubo muchos perdedores en ambos lados del espectro político. A la izquierda, los socialdemócratas, quienes estaban gobernando desde 2014, obtuvieron un 2,2% más que su mínimo histórico del 28,3% en las elecciones de 2018. Sin embargo, el resultado estuvo muy lejos de la «edad de oro» del partido, desde mediados de la década de 1930 hasta mediados de los 80, cuando recibió alrededor del 45% de los votos (incluso en 2002 el partido todavía obtuvo un 39,9%).
La respuesta de los socialdemócratas a la disminución de su porcentaje de votantes ha sido moverse gradualmente hacia la derecha. De manera similar a sus partidos hermanos en otras partes de Europa, abandonó las políticas económicas corporativistas en favor del neoliberalismo de la «Tercera Vía» desde principios de la década de 1980 en adelante. De hecho, durante su tiempo en el poder, entre 1994 y 2006, se introdujeron reformas económicas neoliberales —como la desregulación de los mercados financieros y las leyes laborales y la privatización de las pensiones— mientras que el gasto social se recortó en línea con el famoso dicho de Thatcher de que «no hay alternativa» al neoliberalismo.
A la derecha, los principales perdedores en las elecciones fueron los conservadores Moderados, que se habían presentado como los principales rivales de los socialdemócratas. En cambio, se tuvieron que conformar con el 19,1% de los votos (un 0,7% menos que en las elecciones de 2018) y detrás de los Demócratas de Suecia. Durante su tiempo en el poder a principios de la década de 1990 y finales de la de 2000, las coaliciones de centroderecha lideradas por Moderados profundizaron la neoliberalización de la economía sueca, introduciendo medidas como recortes de impuestos para los más ricos, la liberalización de los sectores de telecomunicaciones y energía, la privatización de la salud y la educación.
Bajo el liderazgo de Fredrik Reinfeldt, líder del partido entre 2003 y 2015 y primer ministro entre 2006 y 2014, los Moderados se movieron hacia el centro político, pero en los últimos años el partido ha regresado a la derecha. En diciembre de 2019, su nuevo líder, Ulf Kristersson, se reunió con el líder de los Demócratas de Suecia, Jimmie Åkesson, y anunció que los partidos iban a trabajar juntos en el parlamento. Esto representó un cambio importante en la política sueca, ya que hasta entonces los Demócratas de Suecia habían sido aislados por todos los demás partidos en el parlamento según la táctica del «cordón sanitario». Como resultado, quedó abierta la puerta para la «normalización» de las ideas de extrema derecha en la política sueca. Entonces, ¿qué explica el éxito electoral de los Demócratas de Suecia?
El ascenso de la extrema derecha
Si bien los Demócratas de Suecia han estado en auge desde principios de la década de 2000, su éxito más reciente se vio facilitado por los temas de la campaña electoral. El tema principal fue la cuestión de «ley y el orden», y los votantes identificaron continuamente el crimen como el «tema más importante» en las encuestas. En los últimos años, Suecia ha visto un aumento en la violencia armada y muertes, como resultado de peleas entre bandas criminales opuestas en las tres ciudades principales de Estocolmo, Gotemburgo y Malmö. Aunque se trata principalmente de disputas internas que involucran a unos pocos cientos de personas, el hecho de que los tiroteos resultantes a menudo tengan lugar en zonas públicas ha contribuido a un creciente «pánico moral» en la sociedad. Esto ha sido impulsado por la prensa sensacionalista y los expertos de derecha, que culpan a la inmigración «descontrolada» del aumento de la criminalidad.
Para ganarse los votantes de extrema derecha, la mayoría de los partidos principales intentaron presentarse como «duros con el crimen». Los socialdemócratas, en su período más reciente en el gobierno, legislaron sentencias de prisión más altas, así como mayores fondos y mayores poderes represivos para la policía. Y en julio de 2022, el ministro de integración, Anders Ygman, propuso limitar la cantidad de personas «desde fuera de Escandinavia» al 50% en los barrios más vulnerables. Los partidos de la coalición de derecha han intentado ir más allá de la centroizquierda. Los Moderados prometieron poner más policías en las calles, duplicar los castigos para los delincuentes pandilleros e introducir áreas de «detención y registro» donde la policía puede detener a las personas sin ninguna explicación.
Las Pascuas de este año vieron disturbios en toda Suecia después de que la policía protegiera a un provocador racista que anunció planes para quemar un Corán. El líder de los Demócratas Cristianos, Ebba Busch, después de que los manifestantes arrojaran piedras a la policía, preguntó «¿por qué no disparó la policía con munición real?».
Sin embargo, estas medidas palidecen en comparación con las propuestas de los Demócratas Suecos, que no solo han pedido más agentes de policía, sino también una represión de los extremistas islámicos, así como la deportación de delincuentes extranjeros y la eliminación de la ciudadanía de los inmigrantes que cometen delitos graves. Según una encuesta a boca de urna de la Televisión Sueca, las propuestas de línea dura de los Demócratas de Suecia resonaron en particular entre los votantes masculinos más jóvenes, los trabajadores manuales, los empresarios y los agricultores, principalmente con sede en el sur de Suecia.
Habiendo dicho esto, la estrategia centrista de complacer a la extrema derecha en el crimen y la inmigración fracasó descaradamente. Como argumenta Mikael Gilljam, profesor de ciencia política en la Universidad de Gotemburgo: «resultó que los votantes querían lo real en lugar de la versión soft».
Desigualdades crecientes
Mientras que el crimen y la inmigración estuvieron en el centro de la campaña electoral, se hizo poca o ninguna mención sobre las crecientes desigualdades de clase, el racismo institucionalizado o la crisis climática en curso. Como ha demostrado Göran Therborn, Suecia ha visto una drástica polarización de los ingresos desde principios de la década de 1980. Entre 1981 y 2016, el 1% más rico de la sociedad sueca ha más que triplicado su participación en los ingresos disponibles de los hogares, del 2,5% al 9%. El 10% más rico aumentó su participación del 17,5% al 26,1%. Durante el mismo período, el índice GINI, que mide la desigualdad de ingresos dentro de un país, creció un 60%, de 0,20 a 0,32. Como resultado, las desigualdades de ingresos en la Suecia contemporánea se asemejan a las de la década de 1940.
El Partido de la Izquierda hizo campaña con una plataforma antirracista y progresista, prometiendo «recuperar el control sobre el bienestar y mejorar la vida de la gente común». Sin embargo, perdió un 1,4% en comparación con las elecciones de 2018. El partido también prometió abordar la crisis climática mediante la promoción de tecnología e infraestructura ecológicas; en cambio, los socialdemócratas expresaron su apoyo a la energía nuclear. Como señalan Petter Nilsson y Rikard Warlenius, su estrategia general fue ganar votos en las áreas rurales del «cinturón industrial», pero esto no tuvo éxito. Si bien el partido mantuvo en gran medida su cuota de votantes en las tres ciudades más grandes, sufrió serios reveses en los condados del norte de Gävleborg, Jämtland, Norrbotten, Västerbotten y Västernorrland.
¿Qué sigue para Suecia?
Para muchos progresistas en Suecia y en el extranjero, el país sigue siendo una «excepción» al giro mundial hacia el capitalismo neoliberal desde finales de los años setenta y principios de los ochenta. Según esta visión, Suecia ha sido capaz de mantener una sociedad de bienestar progresista con servicios públicos de alta calidad y altos niveles de ingresos e igualdad de género. Hasta ahora, el país también era uno de los pocos países europeos restantes —junto con Bélgica, Alemania y Francia— donde la extrema derecha no había participado en un gobierno nacional.
Si bien esta visión idealista de Suecia ya era un ilusión antes de las elecciones del pasado domingo, el éxito electoral de los Demócratas de Suecia plantea un serio desafío para la democracia sueca. Incluso el diario nacional liberal Dagens Nyheter advierte sobre una extrema derecha confiada y el riesgo de que la burguesía sueca siga el mismo camino que la derecha estadounidense: «esperaba apoyarse en las fuerzas radicales y controlarlas, pero ha sido tragada por ellas».
Sin duda, el futuro gobierno de derecha enfrentará numerosas dificultades en los próximos cuatro años, desde tener que reconciliar a los Liberales con los Demócratas de Suecia dentro de la coalición, hasta la perspectiva de una recesión económica el próximo año y una crisis del costo de vida como resultado de los altos precios de la energía. Sin embargo, por ahora, eso no parece molestar a los Demócratas de Suecia. El secretario del partido, Rickard Jomshof, resumió el estado de ánimo optimista dentro de las filas del partido el domingo por la noche: «Este es un hito increíble. Por primera vez, somos un socio legítimo en un nuevo gobierno. Ya no estamos solos».
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*Doctor en Economía política por la Brunel University London y profesor adjunto de economía en la Universidad de Chilecito (Argentina). Es autor de The Political Economy of Hungary: From State Capitalism to Authoritarian Neoliberalism (2019).