Las crecientes pérdidas de Israel en el Líbano y Gaza son la prueba de que no puede ganar esta guerra

Por David Hearst* –  Voces del Mundo* 

Hay una sencilla razón para el renovado interés en los planes de alto el fuego para Gaza y el sur del Líbano, y la matanza nocturna de refugiados palestinos que acompaña a cada intento de paz. Que no tiene nada que ver con la campaña israelí de asesinatos de dirigentes de Hamás y Hizbolá ni con su último intento de limitar la producción de combustible sólido para cohetes en Irán.

La percepción actual en Israel y Washington de que cada grupo de resistencia está «magullado y maltrecho» y que a Irán se le han cortado las alas está llena de autoengaño e invención.

La razón mira fijamente a la cara a los altos mandos del ejército israelí: Octubre se ha convertido en el mes más sangriento para sus fuerzas desde diciembre del año pasado. Sus fuerzas sufren pérdidas periódicas tanto en el norte de Gaza como en el sur del Líbano.

Según el último recuento, y estas cifras cambian cada día, en un mes han muerto 62 soldados en combate y 15 civiles y dos policías en ataques con misiles y atentados dentro de Israel.

Hasta la fecha, el departamento de rehabilitación del ejército israelí se ocupa de más de 12.000 soldados heridos, una cifra que aumenta en unos 1.000 al mes. Muchos creen que esta cifra es una subestimación del número real de heridos que han sido tratados en los hospitales.

Entre ellos figura el opositor Yair Lapid, quien dijo a Channel 12: «Hay límites a la hora de aceptar los hechos alternativos».

Según un reciente comunicado de Hizbolá, desde el 1 de octubre, el movimiento de resistencia libanés ha matado a 90 soldados y oficiales israelíes, herido a 750 y destruido 38 tanques Merkava.

Retiradas frecuentes

Como mínimo, la campaña del ejército israelí para limpiar el norte de Gaza y el sur del Líbano de combatientes y civiles está encontrando una feroz resistencia y produciendo, un año después, algunos de los combates más intensos de la guerra.

Cualquier idea de que Hamás y Hizbolá han perdido su capacidad de lucha desde el asesinato de sus líderes políticos y militares ha quedado brutalmente descartada.

En el norte de Gaza, el campo de refugiados de Yabalia no se ha limpiado de combatientes de Hamás, ni se ha sometido a la población de Yabalia y Beit Hanún a la inanición y se la ha trasladado al sur, como prescribía el «Plan de los Generales».

Según las propias cifras del ejército , entre 12 y 29 personas pasaron por el corredor de Netzarim durante tres días de la semana pasada. El movimiento de población en el norte de Gaza ha sido hacia el oeste, en dirección a la ciudad de Gaza en el norte, y no de norte a sur, como hubiera deseado el ejército.

Según las estimaciones más recientes de la ONU y sus socios, desde que Israel comenzó su última ofensiva el 5 de octubre, más de 71.000 personas se han desplazado de la gobernación del norte de Gaza a la ciudad de Gaza y unas 100.000 personas permanecen en el norte de Gaza.

En el sur del Líbano, al ejército israelí le va aún peor. Tres semanas después de su invasión, no han sido capaces de mantener el terreno a más de dos kilómetros de la frontera y han tenido que retirarse con frecuencia cuando las bajas han sido demasiado elevadas.

Esto dista mucho de su objetivo declarado de hacer retroceder a Hizbolá hasta el río Litani.

En cambio, los combatientes se repliegan, haciendo caer a las fuerzas israelíes en una trampa, entrando en los túneles y atacándoles por la retaguardia.

Una fuente cercana a Hizbolá declaró a Middle East Eye que el asesinato de sus altos dirigentes había tenido poco o ningún efecto en su capacidad operativa de combate.

Afirmó que las unidades mantienen la comunicación y la coordinación operativa de forma independiente, sin necesitar órdenes directas del mando central.

Aunque ambas partes en este conflicto maximizan sus ganancias y minimizan sus pérdidas, puedo creerlo.

Última oferta israelí

Además de las bajas militares, este mes también han muerto en Israel 15 civiles y dos policías. Hizbolá y los hutíes no muestran signos de que sus cohetes les impidan enviar a cientos de miles de israelíes a sus refugios, y también Hizbolá emite sus propias órdenes de evacuación.

Al Akbar, un medio de comunicación cercano a los círculos de Hizbolá, citó a una de sus fuentes diciendo: «Israel no está en una posición de fuerza que le permita imponer condiciones mientras continúe la batalla y la situación de la resistencia sobre el terreno sea muy buena».

Lo que nos lleva a la verdadera cuestión: ¿cómo es posible que el primer ministro Benjamin Netanyahu piense que, un año después, está en condiciones de dictar condiciones a palestinos y libaneses?

Una reunión en Qatar entre los mediadores produjo una nueva propuesta que fue transmitida a Hamás. Dado que todas las fuentes son israelíes, podemos suponer que esta última oferta era israelí.

La oferta establece que Israel permitiría un alto el fuego de 30 días y la liberación de un número indeterminado de prisioneros, a cambio de entre 11 y 14 rehenes, entre ellos mujeres y ancianos, en una primera fase, mientras que continuarían las negociaciones sobre una segunda fase, pero no habría retirada de fuerzas del corredor de Netzarim ni de Rafah.

Esto iría acompañado o «reforzado» por un alto el fuego en el Líbano dirigido por Estados Unidos. De nuevo, la principal fuente de esto son los medios de comunicación israelíes, y el Channel 12 en particular.

El «trato» que se ofrece a Hizbolá es un alto el fuego durante 60 días en los que se negociará el acuerdo completo.

Sin embargo, durante este periodo, Israel conserva «el derecho a responder a cualquier infracción o ataque desde cualquier lugar». El acuerdo completo que Israel tiene en mente es que Hizbolá retire sus fuerzas hasta el río Litani, y que el ejército libanés tome el control de la zona fronteriza.

Hizbolá no dudó en rechazar esta «oferta» antes incluso de que la hiciera el enviado estadounidense, Amos Hochstein.

Sus medios de comunicación especularon con que, o bien Israel estaba elevando al máximo el techo de sus condiciones, después de que Hizbolá hubiera recuperado la iniciativa militar sobre el terreno, o bien no tenía intención alguna de detener la guerra y estaba filtrando detalles del plan urdido por Hochstein para torpedearlo.

Hamás tuvo oficialmente la misma reacción a su «oferta», según me dicen mis fuentes.

Ambas organizaciones se mantienen fieles a sus posiciones negociadoras con o sin sus antiguos dirigentes.

Estas posiciones son que no habrá alto el fuego ni intercambio de prisioneros hasta que Israel retire sus tropas de Gaza. Y Hizbolá no dejará de luchar, y mucho menos considerará retirarse de la zona fronteriza, hasta que haya una tregua en Gaza.

Ambas organizaciones creen que Netanyahu no se toma en serio lo de detener la guerra.

Engaño abrumador

Amos Harel, de Haaretz, informa de que existe ahora un consenso en el estamento de defensa israelí de que la guerra en el Líbano y Gaza se ha agotado y que, si continúa, no podrán conseguir mucho más de lo que ya se ha logrado.

También piensan que una permanencia prolongada en cualquiera de los dos territorios aumenta el riesgo de grandes pérdidas de tropas.

Y concluyen que deben alcanzarse acuerdos para un alto el fuego y la liberación de todos los rehenes que siguen retenidos en Gaza.

Esto está muy lejos de cualquiera de los objetivos de guerra de Israel, que eran la destrucción de Hamás como autoridad militar o de gobierno, la creación de una tierra de nadie desmilitarizada en el norte de Gaza y el sur del Líbano, y un éxodo sustancial de palestinos a Egipto y al extranjero, que Netanyahu encargó planificar a su asesor Ron Dermer, ya en diciembre pasado.

Al pedir un alto el fuego, los jefes de defensa israelíes reconocen que Israel tendría que hacer dolorosas concesiones.

Aunque son más pragmáticos que el gabinete de guerra dirigido por Netanyahu, ellos también están inmersos en un delirio abrumador.

En palabras de Harel: «La intensidad del daño infligido a Hizbolá y Hamás, y recientemente también a Irán, crea una oportunidad razonable para llegar a un acuerdo».

El caso es el contrario.

La intensidad de los daños en Gaza y el Líbano ha persuadido a Hamás y Hizbolá de que su pueblo ha sufrido tanto desde el 7 de octubre que no hay vuelta atrás.

Esto no significa que no estén dispuestos a negociar un alto el fuego. Pero sí significa que no están dispuestos a hacer concesiones sustanciales.

Paralelismos históricos

Hay dos paralelismos en la historia que deberían iluminar a los líderes israelíes que siguen siendo optimistas. El primero proviene de la historia palestina.

De las muchas masacres que han sufrido los palestinos a manos de los grupos terroristas israelíes -e incluyo a su actual ejército- destacan tres:

Hace 66 años, hubo una masacre en el pueblo de al-Dawayima, en la que murieron cientos de personas, según el historiador Benny Morris. Hace 68 años, 47 palestinos que regresaban de trabajar en los campos de Kafr Qasim fueron asesinados a tiros por infringir supuestamente el toque de queda; y esta semana, al menos 93 palestinos fueron asesinados en sus casas de Beit Lahia, donde se refugiaban cientos de desplazados.

Es seguro decir que tales sufrimientos han alimentado la búsqueda palestina de su propio Estado. Ninguno de ellos detuvo la lucha por la liberación de su propia tierra.

Más pertinente aún es la experiencia del ejército francés en Argelia. La revolución comenzó el 1 de noviembre de 1954, hace 70 años el viernes, que era el Día de Todos los Santos o La Toussaint. Se conoció como La Toussaint Rouge.

Exactamente un año después, los rebeldes lanzaron un ataque en el que murieron 120 soldados franceses.

Los franceses respondieron salvajemente con una campaña que costó 12.000 vidas. La brutalidad de su respuesta alienó a la opinión de la Francia metropolitana y a la opinión mundial, lo que condujo años más tarde a una retirada completa de Francia, no sin antes haber muerto cientos de miles de personas a manos de los franceses.

Los jefes de defensa israelíes están cometiendo el mismo error que sus predecesores coloniales franceses en Argelia. Ambos piensan que una represalia abrumadora aplastará a la resistencia.

No hay vuelta de hoja al 6 de octubre

Mientras se felicitan por su «éxito vertiginoso» en asesinatos y bombardeos homicidas, los jefes de la defensa israelí deberían preguntarse si hoy se sienten tan seguros como el 6 de octubre de 2023, el día antes del ataque de Hamás, o tan inseguros como el 8 de octubre.

No han comprado seguridad, y mucho menos disuasión. Todo lo que han conseguido es una serie de crímenes de guerra, cuyas consecuencias repercutirán en ellos mucho después de que esta guerra haya terminado.

Pero, en última instancia, la defensa israelí tiene razón al concluir ahora que cuanto más dure la guerra, peor será para ellos. Hay dos desequilibrios en juego.

La ventaja militar de Israel sobre sus enemigos es enorme. Su alcance es regional. Puede bombardear hogares en todo el mundo árabe e iraní a voluntad.

Pero la capacidad israelí de soportar las consecuencias de lo que está haciendo, y de sufrir dolor por ello, es mucho menor que la capacidad palestina de levantarse de una masacre tras otra, de continuar generación tras generación y seguir sin rendirse.

La debilidad última del proyecto de imponer un único Estado judío desde el río hasta el mar reside tanto en la geografía como en la demografía. Este experimento no está teniendo lugar en alguna parte remota del mundo. Está teniendo lugar en el corazón del mundo musulmán y árabe, y como tal, no puede tener éxito. La paz no puede reconstruirse reorganizando las celdas en las que los palestinos, la mayoría de la población, están encarcelados.

Puede que hagan falta muchos meses más de guerra para que se den cuenta de que no hay vuelta atrás al 6 de octubre.

*David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas de Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.

*Originalmente publicado en Middle East Eye

Traducido del inglés por Sinfo Fernández