Mirko C. Trudeau* – Estrategia.la
A un año de los comicios, diversos indicadores elevan la alarma sobre si el presidente Joe Biden podría perder la reelección, abriendo la puerta, otra vez, a la ultraderecha estadounidense, y más precisamente al retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, lo que supondría venganza política, planes de usar a las fuerzas armadas para suprimir protestas y disidencia, y calificar de enemigos del pueblo a los opositores.
No hay nada nuevo en la política estadounidense, señala el analista Joseph Malden: la lucha es entre un presidente que quiere repetir su mandato con 81 años y uno que confía en su retorno a Washington a los 78.
Al menos diez demócratas que podrían contender a presidencia, pero Biden no les da paso
El peligro para Biden no es que sus bases voten a favor de Trump o de otros republicanos, sino que no se verán animados a votar, algunos por las dudas sobre la edad del presidente (cumplirá 81 años en 2024), su capacidad mental o sobre el costo de la vida. El desencanto ante algunas de las políticas impulsadas por Biden, como la guerra de Israel en Palestina y su manejo de la inmigración, también nutren la apatía electoral, sobre todo entre los jóvenes.
La campaña para la reelección de Biden está en apuros al arrancar el año electoral que culminará en noviembre de 2024. En cinco de los seis estados que más probablemente determinarán el resultado final de la elección presidencial, Donald Trump está por encima de Biden en las preferencias, en gran medida por preocupaciones sobre la economía y la edad del mandatario, según una encuesta reciente del New York Times.
Otras encuestas –CBS News, ABC News/Ipsos y Morning Consult Bloomberg–confirman esta tendencia. Las encuestas registran que en casi todos los principales temas electoral –economía, migración, guerra de Israel, seguridad nacional– por más de 10 puntos (22 en caso de la economía) la gente confía más en Trump que en Biden.
El New York Times concluyó que el deterioro en el apoyo a Biden es amplio en casi todo grupo demográfico, pero muestra un golpe especialmente profundo entre los votantes jóvenes, los afroestadounidenses y los hispanos, mientras Trump va obteniendo niveles de apoyo antes inimaginables con ellos.
Biden aún tiene el apoyo de la mayoría de los afroestadounidenses y latinos, pero esa encuesta registró una reducción significativa y alarmante. En lugar de consolidar el apoyo abrumador de estos dos grupos demográficos, la encuesta del Times encontró que hoy día 42 por ciento de los latinos y 22 por ciento de los afroestadunidenses favorecen a Trump.
El desafío de Biden es buscar la manera de convencer a los trabajadores de Estados Unidos de que vale la pena participar en la elección, y ofrecerles razones para votar a favor de los demócratas, que hasta hace poco se presentaban como el partido de los trabajadores.
Otra puja entre Biden y Trump será entre un presidente que ha reducido el costo de las medicinas recetadas, implementado un programa masivo de infraestructura que está construyendo carreteras, escuelas y transporte público, y que ha invertido más en iniciativas para abordar el cambio climático que cualquier otro mandatario en las últimas tres décadas.
El otro contendiente, Trump, enfrenta juicios en torno a cuatro diferentes acusaciones criminales por fraude, intentos de subvertir una elección y por manejo ilegal de secretos de estado, y además que amenaza con deportaciones masivas, guerras religiosas y hasta con bombardear México.
Trump tiene éxito, en parte, por lograr ser percibido como un outsider de un sistema corrupto disfuncional que no puede aprobar los 12 proyectos de ley necesarios para financiar el presupuesto federal, no puede frenar la invasión de extranjeros en la frontera, y que sólo desea cobrar más impuestos para dárselos a gente que no quiere trabajar. La atracción de Trump es porque da voz a una ira colectiva contra las cúpulas del país.
El retorno de Trump
Un retorno de Trump promete un ataque frontal contra enemigos políticos dentro y fuera del gobierno, incluidos varios que son calificados de colaboradores en los variados juicios y otros ataques contra el expresidente. El regreso del magnate al poder pondrá en juego la tan mentada democracia estadounidense.
La resucitación de Trump es la cabeza de una ofensiva de fuerzas derechistas a todos los niveles. Sus competidores para la nominación republicana y sus aliados dentro del Congreso y en los gobiernos estatales han adoptado muchas de estas mismas posiciones, desde su rechazo a libertades y derechos civiles, medidas antimigrantes, promover educación conservadora, prohibición de libros.
Muchos precandidatos ofrecen sellar la frontera y emplear la fuerza militar contra los cárteles en México, eufemismo para no hablar de migrantes.
“Nos comprometemos con ustedes a que sacaremos a los comunistas, marxistas, fascistas y hampones de la izquierda radical que viven como alimañas en los confines de nuestro país y que mienten, roban y hacen trampa en elecciones”, dijo el exmandatario, quien agregó que “Nuestra amenaza proviene desde dentro”.
Llamó la atención el uso del término alimañas, empleado con frecuencia por Adolf Hitler y Beniro Mussolini. Hitler primero fue electo y luego instaló su régimen fascista, y lo que les provoca alarma a los analistas estadounidenses es el autoritarismo que se asoma en varias de las declaraciones de Trump, incluido su repetido mensaje de que la próxima elección es la batalla final para el país, y que “yo soy la retribución, el vengador del pueblo”.
Los republicanos ya están haciendo planes y pretenden usar al Departamento de Justicia para vengarse de sus opositores y críticos, así como de sus ex funcionarios que han colaborado en los casos en su contra, además de invocar una ley en su primer día en el cargo, que le permitirá desplegar a las fuerzas militares para suprimir posibles manifestaciones y protestas, reportó el Washington Post.
Trump ha logrado convencer a sus simpatizantes de que las acusaciones criminales en su contra comprueban que el Estado profundo controlado por “marxistas… comunistas… anarquistas” busca frenar a este héroe del pueblo en su misión de rescatar a Estados Unidos. Pero son los aliados de Trump en el Congreso los que han obstaculizado la aprobación del presupuesto federal.
Incluso, sus estrategas como Steve Bannon -líder de la Red Atlas de financiamiento de candidatos ultraderechistas en el mundo- han sido acusados de fraude contra sus propias bases en la recaudación de fondos para construir el muro fronterizo, y que fue durante la presidencia de Trump cuando se promulgaron leyes que trasladadon miles de millones al uno por ciento más rico del país no se registran.
Trump y sus asesores están diseñando planes para depurar al gobierno a través de despidos masivos –decenas de miles– del servicio civil para destruir lo que llaman el Estado profundo.
Los asesores de Trump se enfocarán en los burócratas corruptos que ayudaron a emplear el sistema de justicia en su contra, como actores corruptos dentro del aparato de seguridad nacional e inteligencia a los que siempre ha odiado porque se atrevieron a investigarlo. También desea nuevas medidas para castigar a todos aquellos que filtran información a los medios, reportó la agencia Associated Press.
Trump está amenazando con redadas y deportaciones masivas de indocumentados e imponer otra prohibición a viajes de ciudadanos de varios países musulmanes. Asimismo, buscará imponer nuevos aranceles, con la etiqueta de su apellido, contra cualquier país .
El exmandatario -quien parece haber aprendido de los talibanes- pretende erradicar el Departamento de Educación, facilitar el despido de maestros, imponer una formación patriótica que enseñe a estudiantes a amar a su país, y no a odiarlo como lo hacen ahora, castigar a cualquier escuela que imponga medidas obligatorias para usar cubrebocas o vacunas, permitir que los maestros estén armados y promover la oración religiosa.
Todo esto va acompañado de retórica religiosa que proviene de movimientos de cristianos nacionalistas, entre los cuales participan supremacistas blancos y otros que nutren un racismo apenas disfrazado que siempre ha acompañado a Trump. Su aliado, el diputado Mike Johnson –cristiano fundamentalista, feroz opositor al aborto y antimigrante–, ya representa el poder de esta facción como el recién electo presidente de la Cámara de Representantes, el segundo en la línea de sucesión de la presidencia.
Johnson pertenece a la causa inspirada por evangélicos de derecha para convocar a una nueva convención constitucional para modificar amplias partes de la Constitución, a fin de reflejar su ideología ultraconservadora, y sus proponentes afirman que sólo a través de tal convención se podrá rescatar a Estados Unidos de las garras de una izquierda atea y retornar al país a sus raíces cristianas fundamentalistas.
Para convocar una convención constitucional, se requiere la aprobación de los gobiernos de 34 estados, y este movimiento ha logrado que 19 ya lo hayan hecho; o sea, más de la mitad de lo necesario. Cuatro décadas atrás, el rockero Franck Zappa decía que Estados Unidos estaba en peligro de convertirse en una teocracia fascista.
Algunos republicanos moderados se unen al grito de alarma ante el avance de Trump y sus aliados, incluyendo a sus ex colaboradores como su ex procurador general William Barr y su ex jefe del estado mayor Mark Milley. El ex presidente del Partido Republicano Michael Steele declaró que Trump representa un peligro claro y presente; es una amenaza a la nación, comentó a The Guardian.
Uno de los factores claves para el retorno de Trump será la clase trabajadora que, por ahora, está abandonando a Joe Biden, pese a que la economía estadounidense ha crecido robustamente en los últimos meses. Encuestas recientes indican que Trump está empatado o va ganando al presidente Joe Biden, hay un coro que advierte que una segunda presidencia de Trump no sólo sería el triunfo de una derecha peligrosa, sino que podría poner en jaque a la democracia estadounidense.
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*Politólogo y analista estadounidense, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)