El temor no es solo a que la guerra en Ucrania se alargue, sino que se extienda

Por Álvaro Verzi Rangel e Isabella Arria (*) SURySUR

Lo cierto es que a estadounidenses y europeos occidentales no les está yendo bien en Ucrania, llevando al cansancio a muchos de sus hasta ahora adláteres, en buena parte hartos del histrionismo irresponsable del presidente Volodímir Zelenski, con quien sus pares latinoamericanos y caribeños se abstuvieron de dialogar en la reciente cumbre con la Unión Europea en Bruselas.

Además, hay cierto temor a que la unidad de Europa se resquebraje a medida que la contienda se alarga. Los partes diarios de guerra lo muestran: El Ministerio de Defensa ruso asegura haber repelido la arremetida de tres batallones ucranios reforzados con tanques, mientras Kiev denuncia un nuevo ataque ruso con misiles contra las regiones de Kiev, Khmelnytskiy y Kyrovohrad. Es el reporte del miércoles 26 de julio.

En febrero, Estados Unidos tenía la esperanza de que Ucrania pudiera hacer importantes avances en el campo de batalla y estar en una mejor posición para abrir algún tipo de negociaciones con Rusia, aunque ese paso aún parece lejano. La idea de Washington es seguir dando armas a Zelenski e imponiendo sanciones para eventualmente arrastrar a Rusia a la mesa de negociación.

Cambia, todo cambia, míster K

Algo muy fuerte está sucediendo para que a sus 100 años de edad, Henry Kissinger  haya volado 11 mil quilómetros de Nueva York a Pekín  para ser recibido por el presidente Xi, luego que una impresionante fila de funcionarios y megaempresarios (Elon Musk, Tim Cook, Bill Gates y James Dimon) fueran recientemente a Beijing.

Las visitas del secretario de Estado Antony Blinken y la secretaria del Tesoro de EU Janet Yellen no fueron exitosas, y la de John Kerry, el zar del cambio climático, se confundió  con la del centenario Kissinger, recibido gratamente por  Xi.

John Saxe Fernández señala que la presencia de Kissinger en China indispuso a Vietnam, Camboya y Laos, que sufren hasta ahora los estragos del lanzamiento de las bombas de racimo por la dupla Richard Nixon-Henry Kissinger y cuyo macabro tema ha sido resucitado por la lúgubre decisión de Biden de entregar tales armas prohibidas por 132 países a Ucrania para intentar cambiar lo que cada día más se asienta como una derrota militar del comediante  Zelenski y sus mandantes de EU y la OTAN.

¿Cien años no son nada?

Y entonces se pregunta qué truco geoestratégico puede sacar Kissinger de su galera para contrarrestar a Rusia cuando Beijing y Moscú operan de facto un G-2 geoestratégico sin límites, teniendo en mente que un G-2 renovado entre EU y China (que ya no es la misma de hace 52 años) es too little, too late cuando la dinámica de la multipolaridad y la desdolarización se han echado a andar en el sur global.

En estos momentos en los que surgen las dudas en Occidente entre la eventual preparación del camino hacia las negociaciones de paz o la aceptación de que la guerra se va a prolongar mucho tiempo, Rusia parece decidida a que los efectos y riesgos de la contienda asusten un poco más a Occidente.

La guerra atraviesa uno de sus momentos más confusos. Y los bombardeos se dan también en la esfera mediática. Mientras Estados Unidos subraya que el ejército ucraniano ha reconquistado el 50% de los territorios ocupados por Rusia, Moscú insiste en que la contraofensiva ucraniana ha fracasado. Lo cierto es que la guerra está ampliando su radio de acción, con la cuenca del mar Negro, un espacio vital para Rusia y para el propio Occidente, como nuevo lugar de enfrentamiento abierto.

Lo que vendría

Pese a las exageraciones estadounidenses, la línea del frente de guerra no parece haber variado mucho desde que Ucrania lanzara su publicitada contraofensiva a principios de junio. Al menos en tierra firme, pues ahora se ha disparado el riesgo de que el mar Negro se convierta en un área de exclusión aérea y marítima por las amenazas de ambos contendientes de hundir o derribar cualquier navío o aeronave supuestamente enemiga que cruce esa cuenca marina.

El periodista estadounidense Matthew Hoh habló en counterpunch.org de “Destruir el este de Ucrania para salvarlo”: “Quienquiera que ‘gane’ en el Este de Ucrania ganará una tierra despoblada y llena de infraestructuras destruidas. Esta tierra estará contaminada durante generaciones por las toxinas militares de la guerra y plagada de minas terrestres y artefactos explosivos sin detonar”, señaló.

“Es muy probable que las madres ucranianas sufran lo mismo que las madres iraquíes, afganas y del sudeste asiático, dando a luz durante generaciones a niños muertos, deformes y enfermos debido a los legados tóxicos imperecederos de la guerra moderna. Los niños y sus familias, dentro de décadas, serán castigados por esta locura en Ucrania, al igual que los niños y sus familias siguen siendo castigados en todos los países posconflicto”, añadió Hoh.

El Mar Negro

PR 2023 Statement OdesaLos ataques rusos ya están golpeando instalaciones portuarias, silos de cereales y depósitos ucranianos como atestiguan los continuados bombardeos en Odesa y en las orillas del río Danubio (que de azul ya le queda poco), cerca de su desembocadura en el mar Negro, mientras que los contragolpes ucranianos han destruido almacenes de combustible en la península de Crimea.

La geopolítica de los oleoductos submarinos, como el Bakú-Ceihan, que va desde Azerbaiyán a Turquía, destacó la importancia del lecho marino del mar Negro y subrayó la necesidad de dominar el mayor número posible de ciudades costeras. La  ocupación de  Donetsk, Lugansk, Zaporiya y Jersón, arrancó a Kiev la mayor parte de su costa en el mar Negro, de ahí que la región de Odesa sea ahora tan importante y lo podrá ser más en el futuro si Rusia no abandona los territorios ocupados.

La decisión de Rusia, del  17 de julio, de no renovar el acuerdo para el transporte sin riesgo de los cereales ucranianos por el mar Negro, disparó nuevamente la tensión en esta zona. Tras un ataque ucraniano al puente de Kerch, que une Crimea con la costa rusa, comenzaron bombardear sobre Odesa y otras ciudades costeras ucranianas, con el fin de destruir sus infraestructuras portuarias y taponar la salida ucraniana al mar.La catedral ortodoxa, dañada tras el ataque ruso.

Moscú acusa a Occidente de doble rasero y de reclamar la libre salida de los cereales ucranianos mientras se dificulta la exportación del grano ruso por medio de las sanciones impuestas tras la invasión de Ucrania. El presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó que en realidad los beneficiarios de esa exportación de grano ucraniano eran “las grandes empresas estadounidenses y europeas que exportaban y revendían cereales desde Ucrania”.

Por eso esta semana comenzó con esos nuevos bombardeos rusos a base de misiles de crucero y drones contra silos de grano, depósitos de combustible e instalaciones portuarias de Odesa, llave de Ucrania al mar Negro y puerto privilegiado en la zona. Su caída o destrucción dejaría a Kiev sin su principal salida de mercancías hacia el exterior. No es baladí que, en una eventual adhesión de Ucrania a la OTAN, Odesa sería uno de los vórtices de la estrategia de la Alianza hacia Rusia en esa región.

La guerra mediática

La guerra también es mediática. Ucrania afirmó que la semana pasada recuperó 16 kilómetros cuadrados del territorio ocupado por Rusia y 192 kilómetros cuadrados desde que comenzó la contraofensiva hace casi dos meses. Lo cierto es que las últimas declaraciones del secretario de Estado de EU, Antony Blinken, causan hasta hilaridad: Ucrania “ya ha recuperado cerca del 50 por ciento de lo que le fue arrebatado inicialmente”, aseveró a la CNN.

Obviamente, trataba de calmar al público estadounidense, pero dejó en claro su nerviosismo cuando afirmó que la guerra se está complicando mucho. “Aún estamos en los primeros días de la contraofensiva. Es duro”, explicó. Blinken reconoció que el contraataque ucraniano “no se desarrollará en una o dos semanas” ni mucho menos. “Creo que aún quedan varios meses”, apuntó.

Si bien en Washington se habla de la posibilidad de “paz por territorios” para resolver la crisis de Ucrania de cara a sus comicios presidenciales de 2024, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, aseveró que el ejército de Ucrania pretende recuperar hasta el último metro ocupado por Rusia. “No hay alternativa a la completa liberación de nuestra tierra y a la defensa de nuestros valores”, tuiteó.

Del otro lado, el presidente ruso, tras reunirse con su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, fue tajante. “Hay una contraofensiva (ucraniana), pero ha fracasado”, dijo Putin.

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*Verzi es sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia. Arria es una periodista chilena que reside en Europa. Ambos analistas del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)