Por Luis Casado*
La injusticia tributaria es una de las más poderosas herramientas para acumular la riqueza de un lado, y la pobreza del otro
Una característica de esta época, en el ámbito económico, es
el rechazo de los tributos, tasas y contribuciones que toman el nombre genérico
de impuestos. Parece que la “competitividad” depende del grado cero
de la tributación de las actividades empresariales.
La organización de la vida en sociedad, la estructuración de formas organizadas
de convivencia, el ordenamiento que se traduce en la existencia del Estado y de
un gobierno, exigió desde el comienzo la disponibilidad de recursos económicos.
Quienes vivían en un entorno del cual obtenían algún tipo de ventaja
(seguridad, protección, servicios…) debían pagar un aporte para el
mantenimiento de tales ventajas.
El señor feudal ofrecía protección gracias al mantenimiento de una fuerza
armada que protegía el feudo y las actividades que en él tenían lugar. Así, por
ejemplo, desde el siglo XII en adelante, gracias a la protección de
los duques de Champagne, se desarrollaron las Ferias
de Provins y otros pueblos medievales en las cuales se intercambiaban
productos provenientes de toda Europa e incluso de Asia y África.
Los condes de Champagne cobraban tributos que hicieron su poder y su
fortuna, y acuñaron una moneda, el denario de Provins, cuya credibilidad
fue tan grande que era aceptada en un entorno geográfico aun más grande que la
actual Unión Europea.
Algo más tarde, en el siglo XVIII, Adam Smith postuló que los
impuestos podían ser asimilados a la contribución que paga cada habitante de un
condominio a cambio de las ventajas que le procura el vivir en un entorno
protegido. Smith fue más lejos, al señalar que la contribución debía
ser proporcional a las ventajas que retira cada habitante del sitio en el que
vive. En otras palabras, el que obtiene más, paga más, y el que se beneficia
menos, paga menos.
El autor de La Riqueza de las Naciones explicó sucinta y claramente para qué
sirven los impuestos: “Para financiar el gobierno civil”. Y
agregó algo que no debe ser perdido de vista:
“Los ricos, en particular, están necesariamente interesados en sostener el
único orden de cosas que puede asegurarles la posesión de
sus ventajas” (…) “El gobierno civil, en cuanto tiene por
objetivo la seguridad de la propiedad, es instituido en realidad para defender
a los ricos contra los pobres, o bien, aquellos que tienen alguna propiedad
contra aquellos que no tienen ninguna” (Adam Smith. La Riqueza de las
Naciones).
Habría que ser ingenuo para concluir en que, por consiguiente, los ricos pagan
religiosamente sus impuestos. La verdad es que, muy tempranamente, quienes
obtenían la mejor parte del entorno en que vivían se dieron cuenta que podían
sustraerse al impuesto si aumentaban aquellos que pagaban los pobres. Los
pobres tienen poco dinero, es cierto, pero hay tantos pobres…
De ahí que bajo la monarquía, en Francia, tanto la nobleza como el clero
estuviesen exentos de toda contribución. Al diezmo que cobraba la Iglesia se
sumaban gabelas, tallas y otros impuestos y cargas que beneficiaban
directamente ya al señor feudal, ya al rey. No satisfechos, la nobleza y el
clero exigían de campesinos y villanos trabajos gratuitos para el mantenimiento
de las iglesias, municipios, palacios, vías, puentes, ríos navegables,
pontones, muelles y otras obras de arte.
Si algo contribuyó poderosamente al cabreo del Tercer y del Cuarto Estado (burguesía
industrial y comerciante por un lado, miserables por el otro), fue precisamente
que eran los únicos que pagaban impuestos. La Revolución Francesa encuentra ahí
una de sus más poderosos estímulos.
Ahora, en Chile, recién llegado al Ministerio de Hacienda, un ectoplasma
llamado Ignacio Briones se apresura en proponer dos medidas
tributarias que ponen al desnudo la verdadera cara del actual gabinete
de Piñera.
El Diario Financiero lo pone en primera página:
“El entrante titular de Hacienda apuesta por alcanzar un acuerdo en la
materia y se abre a una baja de los impuestos a las
empresas: ‘Espero haya agua en la piscina’”.
Es probable que en vez de agua en la piscina encuentre más gente en las calles.
Manifestando contra el descaro de quien pretende que favoreciendo a los
privilegiados pudiese responder a las exigencias de justicia social del pueblo
de Chile.
Ignacio Briones, aun menos clarividente que Felipe Larraín, lo que ya
es decir, va aun más lejos. Según el Diario Financiero:
“Además evalúa mecanismos permanentes de incentivo a la inversión, como la
depreciación instantánea”.
La ‘depreciación’, también llamada ‘amortización’, es un
procedimiento contable que permite no falsear la realidad patrimonial de una
empresa, tomando en cuenta cargas (gastos) que no traen consigo un flujo de
caja. Al invertir en inmovilizaciones (maquinaria, instalaciones, etc.) la
regla contable impone que el monto invertido
sea ‘depreciado’ gradualmente en un periodo de 3 a 5 años
(excepcionalmente puede ser más largo o más breve).
De ese modo la empresa ‘recupera’ su inversión habida cuenta que
la ‘depreciación’ reduce los beneficios, reduciendo la base de
cálculo de los impuestos.
Al proponer la ‘depreciación
instantánea’ Ignacio Briones busca reducir aun más los impuestos
que pagan las grandes empresas.
¿Quiénes financiarán la mal llamada agenda social de Piñera? Los
asalariados.
Quien vive de un salario, o aun del llamado ‘boleteo’, no puede reducir
impuestos con el mecanismo de la ‘depreciación instantánea’. Tampoco
descuenta IVA, como hacen las grandes empresas, aprovechando su actividad
social para desgravar hasta el IVA de las fiestas de cumpleaños de
sus gerentes.
Alfonso Sweet, un patrón, el empresaurio presidente de
la CPC (1), inquieto del cariz
que toman las protestas, declaró, súbitamente compasivo:
«Sabemos que tenemos que meternos las manos al bolsillo y que duela»
¿Qué quiere? Que le lleven un analgésico?
Por su parte, un grupito de
jóvenes empresaurios, –velociraptores en la cuna–, promete
pagar salarios decentes. Es su contribución para volver a la normalidad
del business as usual, y que nada cambie. La definición
de ‘salario decente’ aun no ha sido entregada.
En realidad lo que tienen que hacer unos y otros –me refiero a
los patrones– es pagar impuestos, comenzar a pagar su cuota del
condominio llamado Chile. Esa que han evitado hasta ahora con la anuencia de la
Concertación, de la Nueva Mayoría y de la derecha con cualquiera de sus
denominaciones de fantasía.
Habida cuenta que son los que más beneficios obtienen, son los que más deben
pagar. En los EEUU, en el periodo más fasto de la economía yanqui, los
millonarios pagaban una tasa marginal cercana al 90%.
La tasa marginal es la que se aplica a partir de un cierto monto, cuando el
impuesto es progresivo: hasta un monto razonable, la tasa es reducida. De ahí
hacia arriba la tasa marginal crece.
Los presupuestos generales del Estado, hasta el día de hoy, son financiados
sustancialmente por los impuestos que paga el pobrerío, comenzando por
el IVA, visto que a los miserables nadie les
pregunta “¿boleta o factura?”
El impuesto, como lo puso Adam Smith, fundador de la teoría económica del
capitalismo, debe financiar el gobierno civil, la Educación, la Salud y otros
servicios públicos.
Que el riquerío no pague tributos, sometiendo a más del 90% de la
población al pago de impuestos, además de estafarla con las AFP (2) y haciéndola pagar escuelas,
colegios y universidades, amén de los servicios médicos y los medicamentos, es
el más seguro camino hacia una revolución.
Los empresaurios idiotas no son. Ignorantes tampoco. Prevenidos
quedan.
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Notas del editor de Other News:
(1) Confederación de la Producción y del Comercio
(2) Administradoras de Fondos de Pensiones
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*Editor de POLITIKA. . Ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI – París). Ha sido profesor invitado del Institut National des Télécommunications de Francia y Consultor del Banco Mundial. Su vida profesional, ligada a las nuevas tecnologías destinadas a los Transportes Públicos, le llevó a trabajar en más de 40 países de los cinco continentes. Ha publicado varios libros en los que aborda temas económicos, lingüísticos y políticos.