La clase capitalista va al paraíso

Luis Moreno*

Entiéndase bien. No es la clase obrera, como titulaba Elio Petri su película ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 1972, la que alcanza el nirvana emancipador en la sempiterna lucha de clases.

Más allá de las diatribas conceptuales sobre el alcance y efectos del materialismo histórico en la vida de las gentes, la dos últimas crisis mundiales tras la cuasi-licuación financiera de 2007-08 y la inacabada pandemia del COVID 19, han resultado en ‘paraísos ganados’ por la clase capitalista. Cualesquiera sean las bases de datos utilizados, se constata que los ricos se hacen cada vez más ricos como establece el llamado ‘efecto Mateo’ empleado en las discusiones académicas y recogido’ en el Nuevo Testamento. Así, «… a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado» (13:12).

Las cifras pueden parecer mareantes pero conviene dar algún dato de contraste para que el lector alcance a entender su valor en la vida socioeconómica de los tiempos que corren. Resulta que cuando las economías de los países sufrían inmisericordes los efectos de la crisis del COVID19, las compañías de los Señores Feudales Tecnológicos (SeFTec), es decir los ávidos jefes de Amazon (Jeff Bezos), Apple (Tim Cook), Google (Sundar Pichai) y Facebook (Mark Zuckerberg) se anotaban en un solo día (28 de Julio de 2020, día de su audiencia parlamentaria en el Capitolio estadounidense de Washington DC) unas plusvalías latentes de más de 16.000 millones de euros. Equivale dicha cantidad a más de seis veces el coste anual del aprobado –y penosamente implementado– programa mínimo vital en España. Se espera que dicho ingreso básico llegue a unos 850.000 hogares en situaciones de vulnerabilidad y pobreza (la cuantía oscila entre €460 euros por adulto y €1015 euros para una familia de cinco miembros).

Si prefieren una comparación alternativa, considérese que dichas plusvalías generadas en un solo día alcanzaron una cifra equivalente al pago de la octava parte del total anual de las pensiones en España, cuyo importe supone el mayor desembolso de nuestro Estado del Bienestar (alrededor del 12% del PIB antes de la pandemia). La crisis provocada por el COVID19 delimita nítidamente las fronteras de los que ganan y de los que pierden. Inequívocamente, los SeFTec ganan, y mucho, y los Estados nacionales pierden también mucho. Más lo hacen los desheredados de la Tierra.

Y mientras tanto la clase capitalista sigue su peregrinaje vacacional a los paraísos fiscales, donde se pagan pocos, muy pocos impuestos. Además, ¿para qué invertir en actividad económica que genere puestos de trabajo? Demasiado engorroso y de incierta rentabilidad. Aunque no siempre fue así. Continuando en el contexto estadounidense, conviene recordar que durante el primer mandato de Bill Clinton (1993-1997), cuando los muy ricos pagaban casi el doble de impuestos, se crearon 11,5 millones de puestos de trabajo en EEUU, lo que contrastó con la caída del empleo durante el periodo de ‘vacaciones fiscales’ de George W. Bush. El desempleo se duplicó en el periodo desde el final de la presidencia de Clinton (2001) a la conclusión de la de Bush (2009), alcanzando el 8% de la población activa laboral.

Es tan vergonzosa la creciente desigualdad en países como USA que hasta algunos multimillonarios capitanes de la industria (Warren Buffet y Bill Gates, por ejemplo) claman ante la injusticia fiscal que les hace ganar –sin tan siquiera apretar el botón telemático correspondiente– ingentes cantidades de dinero para realzar sus cuentas contables corporativas.

Los adalides neoliberales del mercado irrestricto consideran anatema que se limiten fiscalmente las iniciativas neofeudales que tanto negocio han generado en los últimos decenios. Callan, sin embargo, esos señores globales que han vuelto a sus cuarteles de invierno estadounidenses para pagar sus impuestos allí, aprovechándose de las rebajas impositivas aprobadas por el presidente Trump en 2017. Todo ello debería revertir –se arguye– en nuevas inversiones y en prosperidad para el conjunto social. Sin embargo, la conocida como ‘economía de goteo’ o ‘efecto derrame’ (trickle down economics) en los tiempos de las presidencias de Reagan y Bush, padre e hijo, en realidad desencadenó un aumento de la desigualdad y del déficit fiscal, provocando a su vez inflación, estancamiento y un menor aumento de rentas para todos los working poor. No fue así para el 1% de los superricos.

La reforma fiscal auspiciada por Trump permite expandir el déficit público en 1,5 billones (millones de millones) de dólares hasta 2028. El programa incluye recortes de impuestos para los contribuyentes más pudientes, así como reducciones tributarias permanentes para las corporaciones. Ello se ha reflejado en unas disminuciones en el tipo del impuesto de sociedades del 35% al 20%, así como en una reducción del tope para las rentas más altas (del 40% al 35%).

En febrero de 2018, el multimillonario Warren Buffett informaba a los accionistas de su conglomerado multinacional Berkshire Hathaway que, tras las rebajas fiscales, había obtenido unos ingresos extras en sus cuenta de resultados de 2017 por valor de unos 27 mil millones de dólares, cantidad que suponía casi la mitad de las ganancias netas del grupo. Desde que comenzó la pandemia, los ‘supermillonarios’ estadounidenses han obtenido unas ganancias de un millón de millones de dólares.

En el paraíso de los plutócratas apenas quedan espacios de culto para los nuevos becerros de oro. En el entretiempo, los operarios asalariados (y sin salario) en España aguardan que los fondos del Recovery Fund europeo se traduzcan eficazmente en nuevos proyectos de actividad económica que permitan la creación de puestos de trabajo, o cuando menos provean para programas de protección social que les posibiliten ejercer sus legítimos derechos de ciudadanía.

Sin recaudar impuestos evitando la evasión discal es difícil gobernar y atender a las demandas sociales. No hace mucho, algunos políticos socialistas de nuestra ‘piel de toro’ pensaban que bajar los impuestos era de izquierdas. País, paisaje y paisanaje…

————————–

*España. Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC). En Público.es, 04/03/2021

————————–

Lea también:

Nuevas tecnologías, nuevas desigualdades

Un informe de UNCTAD, subtitulado ‘Atrapando olas tecnológicas: innovación con equidad’, prevé que para 2025 estas tecnologías podrían suponer un mercado de más de 3,2 billones de dólares, comparado con los actuales 350.000 millones. Sin embargo, el mensaje no es netamente positivo, dado que a medida que surgen nuevas tecnologías, también lo hacen nuevas desigualdades… llevamos viéndolo desde la primera revolución industrial hace más de 250 años.

https://blogs.publico.es/kaostica/2021/03/03/tecnologia-desigualdad/