Boaventura de Sousa Santos*
Para entender lo que podría pasar con la universidad es necesario recordar los principales ataques de los que la moderna universidad pública (UP) fue objeto antes de la pandemia. Hubo dos ataques globales. Provinieron de dos fuerzas que se pueden sintetizar en dos conceptos: capitalismo universitario y ultraderecha ideológica.
El primer ataque se intensificó en los últimos cuarenta años con la consolidación del neoliberalismo como lógica dominante del capitalismo global. La universidad pasó a concebirse como un área de inversión potencialmente lucrativa. Comenzó entonces un proceso polifacético que incluía, entre otras, las siguientes medidas: permitir y promover la creación de universidades privadas y permitirles el acceso a fondos públicos; invocar la crisis financiera del
Estado para infra
financiar las UP; devaluar los salarios del personal docente y flexibilizar su
vínculo laboral con la UP para permitirles dar clases en universidades
privadas, promoviendo así una transferencia de la inversión pública en la
formación de profesorado al sector privado; establecer el pago de tasas de
matriculación cuando antes la educación era gratuita e impulsar a las UP a
obtener sus propios ingresos; introducir la lógica mercantil en la gestión de
las UP, lo que se hizo en diferentes fases: las UP deben ser más relevantes
para la sociedad, sobre todo mediante la formación de personal cualificado para
el mercado; la condición de profesor e
investigador debe flexibilizarse (es decir, precarizarse), siguiendo la lógica
global del mercado laboral; los estudiantes deben concebirse como consumidores
de un servicio y los profesores deben estar sujetos a criterios globales de
productividad; las UP deben administrarse como una empresa más; las UP deben
integrar sistemas de ranking global para medir
“objetivamente» el valor mercantil de los servicios universitarios.
En Europa, a pesar de toda la retórica en sentido contrario, el objetivo
principal del proceso de Bolonia fue consolidar a nivel europeo el modelo de
universidad neoliberal. En el caso portugués, este proceso implicó el fin de la
elección democrática de los rectores.
Las razones más profundas del ataque del neoliberalismo a las UP residen en que
estas tradicionalmente habían sido las formuladoras de proyectos nacionales,
proyectos sin duda elitistas y a veces muy excluyentes (racistas,
colonialistas, sexistas), pero que buscaban dar consistencia a la economía
capitalista nacional y a la sociedad en la que se asentaba. Resulta que para el
neoliberalismo la idea de proyecto nacional, tal y como la idea del capitalismo
nacional, era un anatema. El objetivo era la globalización de las relaciones
económicas en términos de libre circulación de capitales, bienes y servicios
(no de trabajadores). Como resultado, antes de la pandemia las UP ya estaban
muy desfiguradas, sin ninguna visión de misión social, lidiando con crisis
financieras crónicas. En general, los rectores reflejaron este panorama,
convertidos en gestores de crisis financieras, incapaces de poner en práctica
ideas innovadoras incluso si las tuviesen, situación que se hizo rara, sobre
todo después de que dejaron de ser electos por la comunidad universitaria.
El segundo ataque, más reciente, vino de la derecha ideológicamente
ultraliberal, que tiene una ideología extremadamente conservadora, cuando no
reaccionaria, a veces formulada en términos religiosos. Esta derecha está
apoyada socialmente por grupos radicales, de extrema derecha, de tipo neonazi o
proselitistas religiosos. Esta ultraderecha ha llegado al gobierno en
diferentes países, desde Hungría a Turquía, desde Brasil a la India, desde
Polonia a Estados
Unidos. Sin embargo, en algunos países, como Estados Unidos, hace mucho que
venía influyendo en la política universitaria, a escala de los estados de la
Federación y desde las estructuras de gobierno de las UP. Este ataque, a pesar
de ser altamente ideológico, se presentó como antiideológico y se formuló de
dos maneras principales. La primera fue que todo pensamiento crítico, libre e
independiente busca subvertir las instituciones y desestabilizar el orden
social. La UP es el nido donde se crían los izquierdistas y se propaga el
«marxismo cultural», una expresión utilizada por el nazismo para demonizar
a los intelectuales de izquierda, muchos de los cuales eran judíos. La segunda
ha sido particularmente dominante en la India y considera como ideología todo
lo que no coincide con la comprensión política conservadora del hinduismo
político. Tanto la Ilustración eurocéntrica como el Islam se consideran
peligrosamente subversivos. En otros contextos, es el islam político el que
desempeña el papel de guardián ideológico contra las ideologías.
Ambos ataques, aunque diferentes en la formulación y en su base de sustentación,
convergen en el mismo objetivo: evitar que la UP continúe produciendo
conocimiento crítico, libre, plural e independiente. Muchas de las críticas
antiideológicas utilizaron la crisis financiera de las UP para reducir la
educación a las materias básicas, supuestamente libres de ideología y más
útiles para el mercado laboral. Muchas de las llamadas materias ideológicas se
impartieron en cursos opcionales, en departamentos de literatura y de filosofía
o en departamentos recién creados. El ataque consistió en eliminar las opciones
y cerrar estos departamentos por supuestas razones financieras.
Durante la pandemia, estos ataques se atenuaron y las UP centraron sus
prioridades en adaptarse a los cambios causados por la pandemia. Muchas vieron
aumentar su visibilidad pública gracias al protagonismo de los científicos que
investigan en áreas relevantes para el COVID-19. El periodo que seguirá no será
un tiempo libre de pandemia y con la UP volviendo rápidamente a su normalidad.
Va a ser un
periodo de pandemia intermitente. Para proyectar lo que está en juego en el
próximo periodo, deben responderse varias preguntas. ¿Cómo se comportó la
universidad durante la pandemia? Es muy difícil generalizar, pero se puede
decir que el centralismo se ha profundizado y la lógica burocrática que domina
las relaciones intrauniversitarias en la actualidad no cambió un milímetro; se
tuvo muy poco cuidado con los estudiantes más allá de
breves momentos en línea o lidiando con las exclusiones que causó la supuesta ciudadanía
digital; los maestros que dedicaron más tiempo a los estudiantes lo hicieron
por iniciativa propia y espíritu de misión; la situación de los docentes fue totalmente
descuidada, enfrentando cambios en la vida familiar, utilizando tecnologías de
enseñanza con las que la mayoría estaban poco familiarizados, con una inmensa
carga burocrática, con el deseo de innovar, casi por necesidad frente a los
desafíos de la pandemia, pero bloqueados por el muro burocrático.
En resumen, la
pandemia ha agravado las tendencias de degradación de la universidad que se
iban notando durante mucho tiempo. ¿Cómo se posicionará la UP en la disputa de
la narrativa? Tan pronto como pase la fase aguda de la pandemia, habrá un
conflicto ideológico y político sobre la naturaleza de la crisis y los caminos
de futuro. La especificidad de la UP es que debe responder a esta pregunta en
dos niveles: a nivel de la sociedad en general y a nivel de la
universidad en particular. Se diseñaron tres escenarios: a) todo volverá a la normalidad
rápidamente; b) habrá cambios mínimos para que todo permanezca igual; c) la
pandemia es la oportunidad de pensar en una alternativa al modelo de sociedad y
de civilización en el que hemos vivido, basada en una explotación sin precedentes
de los recursos naturales que, junto con la inminente catástrofe ecológica, nos
lanzará a un infierno de pandemias recurrentes.
¿Cómo expondrá la UP los escenarios y se posicionará ante ellos? ¿Cómo responderá a los ataques que precedieron a la pandemia? La forma en que la UP interprete la crisis y responda a ella será decisiva para que se posicione ante los dos ataques precedentes: el neoliberalismo universitario y la ultraderecha ideológica. Creo que la UP solo se defenderá efectivamente contra ellos en la medida en se enfoque en el tercer escenario. No es solo la institución que mejor puede resolver el tercer escenario y caracterizar el período de transición que implica. Es la única institución que puede hacerlo. Si no lo hace, será devorada por el vértigo neoliberal que ahora se ve reforzado por la orgía tecnológica de zoom, streamyard, webex, webinar, etc. Vendrán los vendedores del primer y del segundo escenarios. Y, para ellos, la UP del futuro es online: grandes ahorros en personal docente, técnico y en instalaciones; forma expedita de acabar con las materias «ideológicas» y con las protestas universitarias (no hay estatuas en línea); eliminación de procesos deliberativos presenciales disfuncionales. Finalmente, el fin de la crisis financiera. Pero también el fin de la universidad tal como la conocemos. ¿Cómo luchará la UP por su futuro? Como dije, el futuro de la UP está vinculado a la credibilidad del tercer escenario. La estrategia se puede resumir en las siguientes palabras clave: democratizar, desmercantilizar, descolonizar y despatriarcalizar.
Democratizar. La democratización de la UP tiene múltiples
dimensiones. La UP debe democratizar la elección de sus rectores y autoridades.
Las instituciones no democráticas para elecciones indirectas están
históricamente condenadas. Son, en el peor de los casos, guaridas de
compadrería y de cooptación y, en el mejor caso, espejismos de irrelevancia.
Solo la comunidad universitaria en su conjunto tiene la legitimidad para elegir
a los rectores y demás autoridades. La UP debe democratizar sus relaciones con
la sociedad. La UP produce conocimiento válido que es tanto más valioso cuanto
mejor sabe dialogar con los otros saberes
que circulan en la sociedad. Una UP encerrada en sí misma es un instrumento
fácil para los poderes económicos y políticos que quieren ponerla a su
servicio. La UP tiene que democratizar sus relaciones con los estudiantes, a
los cuales una pedagogía atrasada y rancia todavía ve como ignorantes vacíos
donde los maestros mantienen el conocimiento lleno. La verdad es que se
aprende-con y se enseña con. Nada es unilateral, todo es recíproco.
Desmercantilizar. Las UP deben comenzar a evaluar a sus profesores de acuerdo con otros criterios de productividad que no excluyan la responsabilidad social de la universidad, especialmente en el campo de la extensión universitaria. No pueden privilegiar las ciencias y la investigación que generan patentes, sino más bien, la ciencia que contribuye al bien común de toda la población y crea ciudadanía. En este dominio, las humanidades, las artes y las ciencias sociales volverán a tener el protagonismo que alguna vez tuvieron. Los estudiantes nacionales y los que provienen de las antiguas colonias no deben pagar las tasas de matrícula. No pueden codiciar a los estudiantes extranjeros en la lógica de cacería de matrículas lucrativas. Esta es una estrategia central para la democratización discutida anteriormente y para la descolonización analizada a continuación.
Descolonizar. Las UP europeas y de
inspiración eurocéntrica nacieron o prosperaron con el colonialismo y hoy
continúan enseñando y legitimando la historia de los vencedores de la expansión
europea. Son cómplices del epistemicidio que acompañó al genocidio colonial.
Las estatuas (y mañana los edificios, museos, archivos y colecciones
coloniales) son los objetivos
equivocados de mucha revuelta justa. Lo importante es que el poder que representan
sea deslegitimado y contextualizado en el aprendizaje universitario. Por eso
los planes de estudio tienen que ser descolonizados. No se trata de destruir conocimiento,
sino de aumentar conocimiento para que se haga evidente que el conocimiento
dominante a menudo es una ignorancia especializada e intencional. Las UP
necesitan urgentemente iniciar políticas de acción afirmativa para una mayor
justicia cognitiva y etnorracial, tanto entre los estudiantes como entre los maestros.
Despatriarcalizar. En muchas
universidades, las mujeres son la mayoría, pero los lugares de gobierno
administrativo y científico siguen dominados por los hombres. Los planes de
estudio siguen siendo misóginos y llenos de prejuicios sexistas. ¿Dónde están
las científicas, las artistas, las escritoras, las luchadoras, las heroínas?
Las relaciones entre el personal docente, técnico y estudiantil tampoco están
libres de los mismos prejuicios. Estas y muchas otras iniciativas que surgirán de
los procesos de democracia universitaria constituyen una pesada agenda de trabajo,
pero la alternativa es escalofriante: sin ellas la universidad no tendrá
futuro.
Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez Artículo enviado a Other News por el autor, el 10.07.20
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*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial.