Por Fernando Ayala*
Peligra la meta establecida por Naciones Unidas para el 2030
Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”, señalaron los Estados en la resolución. – Naciones Unidas, septiembre de 2015.
Un mundo feliz. Eso es lo que se anuncia en la declaración firmada por 193 Jefes de Estado y/o Gobiernos en Nueva York, en la sede de Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 2015. Faltan solo 10 años para que el mundo sea otro, uno nuevo, sin pobreza, sin hambre, con igualdad de género, trabajo decente, educación de calidad, entre otras metas. Claro, en el entendido que se cumplan los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, a que se comprometieron los representantes de todos los Estados. Si ya era difícil suponer que se lograrían esos objetivos, por los cuales los gobiernos han hecho muy poco, salvo las excepciones de siempre, el coronavirus o Covid-19, junto al acelerado cambio climático, han venido a complicar aún más las cosas.
El ODS 1, considerado el más importante, llama a eliminar la pobreza en el mundo. De acuerdo al informe de Naciones Unidas de 2019, 1.300 millones de personas sufren de pobreza multidimensional, lo que equivale a no tener acceso a educación, asistencia sanitaria o salud, y calidad de vida: agua potable, suficiente alimentación, electricidad y otros similares. En general estas personas subsisten con 1,9 dólares al día. Respecto al ODS 2, terminar con el hambre en el mundo, se ve cada día más lejano de alcanzar. Antes del inicio de la pandemia, por ejemplo, el hambre en el mundo había aumentado en lugar de disminuir, como lo ha indicado la FAO en su informe de julio de 2019, El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. Se indica que si en 2017 había 811 millones de personas que padecían hambre, en 2018 esa cifra había aumentado a 820 millones. Difícil reducir la pobreza y el hambre si no se hace realidad el ODS 10, que llama a “reducir la desigualdad en y entre los países”, lo que es una muestra del encadenamiento que existen entre los 17 ODS.
Podemos preguntarnos cuáles serán los efectos de la actual pandemia de Conavid-19 en relación a la pobreza y el hambre en el mundo. La tasa de desempleo ya comenzó a crecer, como consecuencia de la disminución de las actividades productivas, lo que llevará en América Latina, por ejemplo, a un aumento de 185 a 220 millones de pobres a fines del presente año. En relación al hambre, lo más probable es que vuelva a aumentar en Asia, África y América Latina. Además de los problemas endémicos de guerras, conflictos civiles, cambio climático, escasez de agua, deberemos sumar la pandemia que traerá la interrupción de los sistemas alimentarios en el mundo y la reducción de los programas de ayuda, en muchos casos. La ruptura de las cadenas de producción, transporte y distribución se rompen como consecuencia del contagio, restricciones de movimiento y aislamiento obligatorio.
Así el escenario internacional y el trabajo de las agencias de Naciones Unidas se verán dificultados por los factores mencionados a los cuales hay que sumar el debilitamiento general del sistema multilateral. El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ya retiró a su país de UNESCO, del Consejo de Derechos Humanos, del Acuerdo de París, sobre cambio climático, del TPP o Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y del INF, o Tratado Intermedio de Fuerzas Nucleares. Ahora acaba de anunciar que congelará los fondos destinados a la Organización Mundial de Salud, OMS. Muchas veces se busca trasladar la culpa a los organismos internacionales por el no cumplimiento de los acuerdos, pero la verdad es que éstos no pueden hacer más de los que sus mandantes les ordenan, es decir, sus gobiernos.
El escritor israelí, Yuval Harari, se pregunta en una reciente entrevista con la BBC https://www.ynharari.com/coronavirus-countries-need-to-help-each-other-as-deaths-increase/ ¿Qué tipo de sociedad surgirá de esta pandemia? ¿Los países estarán más unidos o más aislados? ¿Se utilizarán herramientas de vigilancia para proteger a los ciudadanos u oprimirlos? Señala que dependerá de las formas que los países asuman luego de la pandemia: o el aislamiento nacionalista o la cooperación internacional y la solidaridad. En un mundo como el de hoy, gobernado prácticamente sin líderes de estatura moral y política, el cambio climático y el coronavirus nos permiten constatar, con tristeza, que no existe una gobernanza mundial, que el sistema multilateral está siendo abandonado; cada vez tiene menos recursos lo que significa que Naciones Unidas y sus organismos, están fuertemente debilitados. Ya se habla de que al término de la pandemia deberá surgir un reordenamiento de las prioridades y del sistema internacional. Buenos deseos no faltan. Como siempre, dependerá de la voluntad política de los Estados y en particular de los “Big 5”, es decir de los cinco países con asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, de quienes controlan el orden mundial.
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*Economista de la Universidad de Zagreb y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ha sido embajador de Chile en Vietnam, Portugal, Trinidad-Tobago e Italia. Consultor para FAO en Roma en temas de cooperación Sur-Sur, académicos y parlamentarios. Artículo enviado a Other News por el autor, publicado en Treccani, de Italia.