Por Silvio Falcón – La Marea*
Yamandú Orsi, el discípulo más exitoso del expresidente es, desde hoy, presidente electo de la República Oriental del Uruguay. Su victoria electoral es el mejor homenaje que puede recibir la tradición política encarnada por ‘El Pepe’.
El Frente Amplio es, desde hace veinte años, la primera fuerza política de Uruguay. Contrariamente a lo que podría entenderse desde una perspectiva europea, este es un fenómeno inédito en la política de América Latina, en tiempos de polarización y en un contexto de auge de los populismos. El sistema de partidos de este pequeño país solo ha cambiado para garantizar un lugar privilegiado a esta coalición de partidos de izquierda, que ha consolidado su presencia institucional a través de las dos presidencias de Tabaré Vázquez y del mandato de José Mujica. Los adversarios de los frenteamplistas han sido los blancos y colorados: el Partido Nacional y el Partido Colorado, que durante el último mandato encabezaron la llamada coalición multicolor que llevó a Lacalle Pou a la presidencia.
En 2019, el candidato del Frente Amplio, Daniel Martínez, ganó en primera vuelta (40,49% de los votos), pero fue derrotado por el actual presidente por un estrechísimo margen (50,79% contra un 49,21%). Aquella experiencia sirvió al Frente Amplio para renovar sus caras y aprovechar la potencia de su poder territorial para construir la candidatura presidencial de este año.
En las elecciones internas del Frente Amplio, una suerte de primarias abiertas a todos los ciudadanos, los dos precandidatos que aspiraban a encabezar la candidatura de izquierda provenían de cargos relevantes en la estructura departamental del país: la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, y el intendente de Canelones, Yamandú Orsi. Este último contaba con el apoyo del Movimiento de Participación Popular (MPP), la fuerza política de los antiguos guerrilleros tupamaros liderada por el matrimonio Mujica-Topolanski. La clara victoria de Orsi (59,1%) frente a Cosse (37,6%) le permitió consagrarse como candidato del Frente y, a la vez, como sucesor de Mujica. La candidatura resultante aprovechó todo el capital político de la formación, ya que Orsi incorporó a Cosse como candidata a la vicepresidencia, formando un tándem electoral potente y con matices diferenciados.
Desde el retorno de la democracia en 1985, la política uruguaya estuvo marcada por hombres de una generación similar —nacidos entre los años 30 y 40 del siglo XX— como los expresidentes Sanguinetti, Batlle, Luis Alberto Lacalle o los mismos Tabaré y Mujica. En las filas del Frente Amplio, una tercera figura completa este mapa generacional: el exministro de economía y exvicepresidente Danilo Astori. Estos viejos líderes han fallecido o se han retirado de la primera línea política debido a su avanzada edad. El último en hacerlo fue el incombustible extupamaro Mujica, con un discurso contundente sobre los relevos en política: “Los mejores dirigentes son aquellos que dejan un grupo que los supera con ventaja”. El legado de Mujica hoy lleva el nombre del nuevo presidente de Uruguay, Yamandú Orsi.
La derecha uruguaya, sin embargo, supo interpretar este cambio generacional antes que la izquierda, postulando en 2019 a Luis Lacalle Pou con una campaña presidencial que se estudia en las facultades de comunicación política. Cualquier uruguayo que votó en 2019 recuerda el jingle electoral de los blancos, que promovía un cambio positivo; una modernización que contrastaba con los liderazgos antiguos. “Es ahora”, decía la comunicación de campaña. Y así se hizo con la presidencia.
La imposibilidad de reelección inmediata en el sistema presidencial uruguayo obligó al oficialismo de centroderecha a cambiar de candidato. Álvaro Delgado, exsecretario de Presidencia del gobierno de Lacalle Pou, fue el elegido por los blancos. En primera vuelta, Delgado (26,82%) quedó lejos de los resultados obtenidos por Orsi (43,92%), pero llegó a la segunda vuelta con posibilidad de reeditar la coalición de derechas con el Partido Colorado (16,07%), los ultras de Cabildo Abierto (2,48%) y el Partido Independiente (1,70%). La única opción de la derecha para mantenerse en el poder exigía revalidar la coalición multicolor, pero en esta contienda electoral surgió una nueva fuerza populista (Identidad Soberana, 2,8% de los votos) que pidió el voto nulo en la segunda vuelta. Una decisión que, vistos los resultados, fue decisiva en la elección de Orsi.
Victoria electoral y perspectivas de futuro
La victoria de Orsi se cimentó en su clara mayoría en los departamentos más poblados de Uruguay: Montevideo y Canelones. Su candidatura obtuvo un 49,11% de los votos emitidos a nivel nacional (incluyendo blancos y nulos), frente al 45,19% de Álvaro Delgado. La celebración de un debate electoral el pasado domingo 17 de noviembre fue una gran novedad durante la campaña, ya que los candidatos estaban obligados a participar en virtud de una ley aprobada en 2019. El debate, transmitido en directo en horario de máxima audiencia por la cadena nacional de radio y televisión, tuvo una duración máxima de dos horas y fue organizado por la Corte Electoral. Según las encuestas, el candidato ganador del debate fue, por estrecho margen, Yamandú Orsi, aunque el formato televisivo ofreció poco espacio para el intercambio de ideas. Consistió, básicamente, en una lectura del programa electoral de cada candidato, ambos con mucho que perder en un formato al que el electorado uruguayo no está acostumbrado.
Orsi liderará un país con una creciente preocupación por la seguridad en las calles, un tema novedoso en uno de los países más seguros de América Latina. Su tasa de homicidios en 2023 fue de 11,2 por cada 100.000 habitantes, un aumento significativo si consideramos que en 2005 esta cifra era casi la mitad (5,7 por cada 100.000 habitantes). Uno de los lemas de campaña de Orsi fue precisamente “Sabremos cumplir”, un claro mensaje contra la administración saliente, a la que criticó por su gestión de la grave crisis del agua, por los casos de presunta corrupción y por las ineficaces medidas en materia de seguridad.
Se espera del nuevo presidente Orsi una relación política de primer nivel con el gran socio regional de Uruguay: Brasil, liderado por Lula da Silva. Por otro lado, será interesante observar la relación del argentino Javier Milei con el político de izquierda, dado el tradicional perfil bajo de la política uruguaya en relación con los asuntos argentinos. Ni la izquierda ni la derecha de Uruguay desean un nivel de polarización similar al que domina la política argentina.
Yamandú Orsi imprimirá un nuevo estilo en la política uruguaya, desde el artiguismo nacionalista que promueve, pero con un enfoque claramente de izquierda. En su primer discurso, agradeció a la militancia su esfuerzo y al conjunto del país, “aunque abracen otras ideas”. El presidente electo destacó que Uruguay es un país “de acumulación positiva”, donde no hay espacio “para el agravio o la descalificación”. Orsi dejó claro que será un presidente que siempre convocará “al diálogo nacional”, escuchando “lo que digan los demás”, con el objetivo de construir un “país más integrado”, donde más allá de las diferencias “nadie quede atrás”. La multitud que celebraba la victoria subió el volumen cuando el presidente electo quiso rendir un reconocimiento público a los antiguos líderes del Frente Amplio, desde Seregni, Tabaré Vázquez y Danilo Astori hasta sus maestros del MPP, Pepe Mujica y Lucía Topolanski. De ellos, dijo Orsi, ha aprendido mucho, y se comprometió también a “seguir aprendiendo” y a “trabajar mucho por un Uruguay mejor”.
En el ámbito parlamentario, el Frente Amplio deberá pactar para sacar adelante leyes clave de su programa, ya que en la Cámara de Representantes obtuvo 48 diputados frente a los 49 de la llamada coalición multicolor y 2 de Identidad Soberana. Será un buen momento para evaluar la salud de esta alianza —ahora opositora— y la capacidad negociadora del Frente Amplio.
Yamandú, por tanto, es el mejor homenaje a Pepe, ese político que trascendió las fronteras del “paisito” para proyectar su magisterio y ejemplo a todas las izquierdas del mundo. Como dice Mujica, siempre hay que trabajar por la esperanza.
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Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural.